Por Antonieta de la Fuente y María José López Junio 18, 2010

Las universidades privadas vuelven a tomar el protagonismo en el mundo de los negocios: la Central busca un socio estratégico y ya hay algunos interesados. Vicente Caruz, ex controlador del Banco del Desarrollo, es el principal candidato, pero también existen otros grupos nacionales y extranjeros mirando el sector.

La educación está de moda. Sobre todo, la universitaria. En los últimos años el número y monto de las transacciones de centros educacionales privados ha sorprendido al mercado. El 2009, Juan Hurtado y Linzor Capital pagaron US$ 70 millones por el 60% de la Universidad Santo Tomás. El grupo estadounidense Apollo invirtió US$ 40 millones por la Uniacc (2008), y los estadounidenses de Laureate desembolsaron alrededor de US$ 250 millones en la compra de las universidades Andrés Bello (2003), Las Américas (2006) y Viña del Mar (2009), hasta ese entonces propiedad del mismo Caruz.

A ellos se suman  los ex controladores de la Universidad Andrés Bello -entre ellos, Luis Cordero, Andrés Navarro y Alejandro Pérez-, que entraron a la propiedad de la Universidad San Sebastián en 2007 y han invertido cerca de US$ 100 millones; y Gonzalo Vial Concha, el hijo del dueño de Agrosuper, quien adquirió la Universidad de Aconcagua para fusionarla con la U. de Rancagua.

¿Qué hace tan interesante esta actividad? La Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) establece que las universidades privadas son entidades sin fines de lucro, pero aquí hay bemoles. Si bien todas las instituciones reconocen que para funcionar correctamente deben generar números azules, son pocas las que admiten que parte de sus utilidades terminan en dividendos para los accionistas.

Rentabilidades sobre 5%

Se calcula que el mercado de las ues privadas mueve entre US$ 1.800 millones y US$ 2.000 millones anuales en Chile. La rentabilidad promedio de una institución que reinvierte parte importante de sus ingresos fluctúa entre 5% y 8%, mientras que en el caso de aquellas entidades que buscan mayores retornos, los porcentajes de ganancias alcanzan al 15% o al 18%.

El modelo de negocios, explica un rector, es similar al del retail. Parte importante de "las ventas" están asociadas a los créditos que los mismos alumnos y sus familias piden a los bancos -o al Estado- para financiar sus estudios. De los 800 mil estudiantes que existen en Chile en educación superior, entre 300 mil a 330 mil están matriculados en las universidades privadas. Ellos desembolsan, en promedio, entre US$ 5 mil y US$ 6 mil anuales por su colegiatura.

Para que los inversionistas puedan obtener utilidades de este negocio existen diversos mecanismos, que algunos planteles utilizan y otros no. Como las ues no pueden repartir dividendos, los dueños de estas entidades crean sociedades inmobiliarias, que son las que levantan los edificios en los cuales operan las casas de estudio.

Se calcula que el mercado de las universidades privadas mueve entre US$ 1.800 y US$ 2.000 millones anuales en Chile. La rentabilidad promedio de una institución que reinvierte parte importante de sus ingresos fluctúa entre 5% y 8%. Sin embargo para algunos agentes, la inversión se paga con influencia en la sociedad.

"Y a través del arriendo obtienen dinero de las fundaciones educacionales. Es una fórmula para poder extraerlos recursos que se han acumulado después de una gestión exitosa", explica un actor de esta industria.

Otra fórmula es la tercerización de servicios. Un ex controlador de estas instituciones asegura que "en algunos casos los centros de computación, los servicios de transporte y parte de las empresas externas -como los guardias- son propiedad de los dueños de las casas de estudio, quienes cobran por éstos a la universidad".

5 mil alumnos para sobrevivir

Para algunas universidades no tener fines de lucro y reinvertir la totalidad de sus utilidades es la clave del éxito. Como dice un rector, "para hacer las cosas bien es necesario una cantidad de recursos brutal: siempre hay miles de necesidades que cubrir para mantener los altos estándares. Si no, te quedas fuera".

Por eso, lograr una masa crítica es fundamental. Se estima que para que una universidad logre sobrevivir a la alta demanda de inversión que se requiere, debe tener como mínimo 5 mil alumnos. Si se trata de una institución fuerte en ciencia y tecnología -dos áreas que exigen una fuerte inyección de capital-, se necesitan 8 mil matriculados. Pero sólo desde 15 mil estudiantes para arriba se logran economías de escala importantes, dice un rector.  A eso se suma la alta rotación de alumnos. Según cálculos de los mismos planteles, en promedio el 30% de los estudiantes  deja la universidad en el primer o segundo año, lo cual obliga a las instituciones a redoblar esfuerzos para mantener sus matrículas o a apostar fuerte en programas de postgrado, que aprovechan, además, la infraestructura instalada haciendo más eficiente su uso.

Financiar la operación de una universidad no es barato. La plana administrativa, por ejemplo, es uno de los ítems más caros. Para algunos planteles, sólo entre la junta directiva y gerencial pueden invertir entre $ 1.200 millones y $ 1.500 millones anuales, lo que equivale a lo que pagan en matrículas y mensualidades cerca de 600 alumnos en promedio. Otra suma importante se destina a la publicidad, la que ha ido en aumento en los últimos años, producto de la fuerte competencia.

Universidades: un mercado bullente

Ésta es la razón por la cual, entre los nuevos controladores de las universidades, ganar participación de mercado es prioritario.

El vicerrector de Planificación y Desarrollo de la San Sebastián, Luis Cordero, cuenta que desde 2008 a la fecha han duplicado el número de estudiantes: de 11 mil a 20 mil. Explosivo también ha sido el crecimiento de la Universidad Pedro de Valdivia -propiedad de Ángel Maulén y Enrique Rodríguez-, que pasó de 1.200 a 7.500 matriculados en tres años.

El potencial del negocio es auspicioso. La cantidad de alumnos que entra a la educación superior crece a tasas del 8% a 9% anual, más de lo que se expande el Producto Interno Bruto del país. Y se espera que este ritmo continúe en los próximos años. Si actualmente hay cerca de 800 mil estudiantes en la educación superior, la proyección es que éstos, el 2003, sean un millón.

La razón de este crecimiento, a juicio del ex presidente ejecutivo de la Universidad Santo Tomás, Rodrigo Alarcón, es la entrada de los segmentos medios y emergentes al mercado educacional. "Como el PIB per cápita ha subido, hoy estos grupos pueden pagar lo mismo que antes pagaba la elite. Y los que no pueden tienen la opción del crédito", dice.

Influencia, el otro negocio

Sin embargo para algunos agentes, la inversión en educación busca ganar en influencia, constituyéndose en un referente para la sociedad. Marcos Büchi, director ejecutivo de la Universidad Santo Tomás, dice que "no hay dudas que esta actividad motiva enormemente a los empresarios que están detrás de este proyecto. Hay que construir generaciones futuras que lleven al país al desarrollo y no cabe duda que ésta es una de las motivaciones para estar en la industria".

Actualmente, para muchos de los grupos económicos que participan en el negocio, no basta con tener compañías eficientes. "Por mucho tiempo lo único que buscaban algunos grupos era ganar plata. Hoy, en cambio, entre sus principios eso no basta. Por eso se acercan a las universidades", sostiene Bruno Krumenaker, vicerrector de Desarrollo de la Universidad Finis Terrae.

Otro interés de los empresarios en el rubro es el acceso al conocimiento. "A cualquier grupo le resulta atractivo tener a mano esa cantidad de inteligencia produciendo y que estén ligados a sus empresas", añade el director de una casa de estudios.

El potencial del negocio es auspicioso. El número de alumnos que entra a la educación superior crece cada año entre 8% y 9%, por lo que se estima que en 2013 habrá un mercado de 1 millón de estudiantes. Por eso, los analistas prevén que la feroz competencia llevará a nuevas compras y fusiones que reducirán el número de planteles.

Krumenaker comparte este punto de vista. A su parecer, "los beneficios directos para los grupos empresariales son el desarrollo de la investigación, que les permitiría mejorar algunos de sus procesos en el resto de las industrias donde participan".

La influencia es también territorio de las congregaciones religiosas. Por eso, no es coincidencia que las órdenes más poderosas del país apuesten por centros de estudios desde los cuales transmitir sus valores y principios. Los Legionarios de Cristo lo hacen a través de la Universidad Finis Terrae, que controlan desde 2007; los jesuitas tienen a la Universidad Alberto Hurtado, y el Opus Dei  a la Universidad de los Andes.

Cartel de venta

En el mercado hay agentes que piensan que los últimos movimientos son un reflejo de una industria que tiende a concentrarse cada vez más.

Según el presidente de Adimark, Roberto Méndez, "vamos a ver una disminución de las universidades a través de las fusiones y adquisiciones. Las más pequeñas y débiles van a ser absorbidas por las más fuertes. No veo que en el largo plazo se puedan sostener más de 60 universidades en Chile".

En ese contexto, los rumores de venta son cosa de todos los días y los compradores están al acecho. Los dueños de las universidades de menor tamaño del país aseguran que permanentemente reciben llamados de inversionistas interesados en entrar a su propiedad. Uno de los más ávidos por ingresar es el grupo que conforman los ex Prospecta Marcelo Brito y Marcos Zylberberg, junto al ex gerente de Sal Lobos, Alejandro Danús, reunidos en la sociedad MM&A. Es sabido que estuvieron detrás del proceso de venta de la Santo Tomás y que sus dardos ahora apuntan a la Universidad del Mar o a la misma Central.

Apollo y Laureate son otros de los que están con apetito. Aunque no confirman que actualmente estén participando en algún proyecto en particular, Hermann Schwarz dice que "Apollo siempre está evaluando todas las posibilidades que se presentan en Chile y en el extranjero".

Son varias las instituciones a las que el mercado les ha puesto cartel de venta. Desde hace un par de años se escucha que la Universidad Gabriela Mistral podría estar en ese proceso y que sus actuales dueños -la familia Romo- estarían animados a vender, al menos una porción.

Es un hecho que la entidad, que capturó parte importante de la elite en los ´90, hoy ha perdido mercado por no estar acreditada, hecho que pretenden revertir, pues actualmente la UGM está en pleno proceso de acreditación.

Frente a la posibilidad de modificaciones en la propiedad, la rectora de la universidad, Alicia Romo, señala: "Algún día, cuando yo no exista, talvez mis herederos podrán hacer cambios".

Además, defiende el modelo de menor tamaño. "Debería ser posible que buenos proyectos pequeños se consoliden en una realidad diferente a los macroproyectos que busca la mayoría, y que, ciertamente, tienen ventajas en lo que dice relación con la formación y preparación de personas", agrega.

Fuentes de la industria aseguran que la Universidad de la República está buscando compradores y que la Universidad Mayor es otra de las que han recibido múltiples ofertas. Sin embargo, el rector de esta última, Rubén Covarrubias, asegura que nunca ha sostenido conversaciones al respecto. Una situación similar enfrenta la Universidad Pedro de Valdivia: sus socios no están pensando en desprenderse. Al menos por ahora. De acuerdo a las estimaciones de este mercado, no es bueno vender antes de, al menos, cinco años de operaciones ya que recién en ese plazo las inversiones comienzan a rendir frutos.

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