Por María José López Noviembre 28, 2009

© José Miguel Méndez

"Papá, ¿es verdad que ahora no vas a trabajar? ¿De qué vamos a vivir?". La pregunta la hizo Laurence Golborne junior (11) a su padre, luego de que éste le informara a su familia que había renunciado a la gerencia general de Cencosud. Tras ocho años en el cargo, la noticia de su partida       -conocida públicamente el 4 de diciembre del 2008- no sólo remecía a la industria del retail y al mundo financiero nacional. Impactó también puertas adentro.

No era para menos. Luego de 25 años de carrera ejecutiva -de ellos, diez estuvo en Gener y ocho en Cencosud-, era la primera vez que Laurence Golborne optaba por el trabajo independiente. Además, la decisión de abandonar el holding de Horst Paulmann la tomaba justo en medio de la crisis económica mundial. Un escenario complicado para emprender "vuelo propio".

Las cosas, sin embargo, salieron bien. Sentado junto a su mujer, Karin Oppermann, y al resto de sus socios en el restaurante Oliva Limón -su última aventura empresarial-, Laurence Golborne se ve hoy relajado. Se jacta de conocer al dedillo cada uno de los platos de cocina mediterránea que se sirven en la mesa y dice que la música que se escucha de fondo -una mezcla que incluye desde salsa hasta Eros Ramazzotti- está sacada directamente de su iPod. "Siempre había querido tener un restaurante", confiesa. Y no puede disimular el orgullo que siente por este lugar (ver recuadro), que está ubicado en terrenos de su ex jefe: el Mirador del Alto Las Condes.

A su lado, su esposa recuerda los tiempos en que Golborne dejó Cencosud. "Para mí su pega no es un tema ni tampoco lo es para los niños. La única que de verdad tuvo miedo fue mi nana. Lo que pasa es que Laurence es muy mañoso, entonces ella me preguntó inquieta: 'Señora, ¿don Laurence va a dejar de trabajar y va a almorzar en la casa todos los días?'", comenta, entre risas.

La lluvia de ofertas laborales empezó de inmediato. Pero Golborne se tomó un mes de vacaciones en el sur junto a su familia, y al regreso decidió que el 2009 trabajaría a su ritmo y lejos del retail nacional. Así, el hombre que fue elegido varias veces el "mejor ejecutivo del año", arrendó una oficina en el epicentro de los negocios santiaguinos: El Golf 99. Hans Eben le ofreció compartir "techo" junto a Vittorio y Canio Corbo y Ernesto Tironi.  "A todos los conocía, así es que acepté feliz", dice Golborne.

Desde ahí, hoy divide su tiempo entre las cinco empresas de las cuales es director -Alsacia S.A., Grupo Progreso en Centroamérica, Inversiones Arrigoni S.A., Inversiones Ecomac S.A. y Havas Media-, sus participaciones ad honórem en compañías y fundaciones -Audax Italiano, Fundación San Agustín de la UC, UDD e Icare- y sus proyectos personales, como Vox Comunicaciones Estratégicas y el restaurante Oliva Limón.

- ¿Cómo ha cambiado su vida desde el 4 de diciembre pasado?

- Muchísimo. Hoy día estoy dedicado a hacer múltiples cosas. Estoy metido en temas muy diferentes y escojo muy bien en qué participar y en qué no. Ésa es la principal diferencia. Uno tiene menos obligaciones. Por ejemplo, si me invitan a un campeonato de golf, puedo aceptar si ningún cargo de conciencia.

- ¿Antes era impensable?

- No es que tuviese problemas para ir, lo que pasa es que uno tiene que predicar con el ejemplo: no puedo llegar y mandarme cambiar a un campeonato de golf a las 2 de la tarde y después exigirle a la gente que trabaje todos los días hasta tarde.

- ¿Cómo es hoy su rutina diaria?

- En términos de tiempo, trabajo igual que antes. En la mañana voy a dejar a los niños al colegio y a las 8:30 a.m. llego a la oficina. Normalmente me quedo hasta las 7:30 p.m. El ritmo de trabajo no ha cambiado. Es un tema de personalidad, yo no soy relajado como para cambiar mis hábitos y llegar más tarde.

- Pero disponer de su tiempo le permite ordenar su agenda a su manera. ¿Qué otros permisos se da que antes hubiesen sido imposibles?

-En mayo nos fuimos dos semanas a Nueva York con mi familia. Eso no lo habría podido hacer antes. La agenda la manejo yo mucho más fácilmente. Por ejemplo, el fin de semana pasado me fui a las Torres del Paine. Bloqueo la agenda jueves y viernes, y me voy para allá el fin de semana.

- ¿Qué es lo positivo de haber dejado una gran empresa?

- Lo positivo tiene que ver con la libertad, la capacidad de poder dedicarme a distintas cosas. Antes también tenía libertad, pero tenía obligaciones y responsabilidades y, como tanta gente dependía de mí, no era tan trivial llegar e irse. Me podía tomar unos días de vacaciones, pero siempre se requería mi presencia en reuniones. Hoy gozo de mayor libertad para decidir en qué proyectos comprometerme.

- ¿Y lo negativo de estar solo?

- Quizás lo único negativo es que uno cuando está solo no tiene la gran estructura de apoyo que ofrecen las grandes empresas. Entonces, cuando se te estropea el celular tienes que ver tú solo cómo solucionar el problema (ríe).

- ¿Difícil acostumbrarse a ser independiente?

- Para nada. Cuando uno está en un cargo alto, está bastante solo. Existe la soledad del poder. Uno tiene mucho apoyo y gente alrededor, pero la toma de decisiones, el manejo de tu tiempo y la definición de las prioridades son temas que muchas veces hay que enfrentarlos solo. Hoy me siento sumamente afortunado porque estoy en una excelente oficina en la cual participo con Vittorio Corbo, Hans Eben y Ernesto Tironi.

La vida sin Cencosud

Paulmann y Costanera Center

Laurence Golborne anunció su salida de Cencosud el 4 de diciembre y dejó definitivamente su oficina del séptimo piso del Alto Las Condes el 31 de ese mes. Un mes después, el 29 de enero, Horst Paulmann anunció la paralización total del Costanera Center, su proyecto más querido y que prometía ser la torre más alta de Sudamérica.

-¿Le impactó la paralización del Costanera Center?

-Yo estaba más o menos preparado para que eso sucediera, porque estaba en Cencosud en el momento que se decidió ponerle pausa al proyecto y paralizamos un montón de obras. Eso fue en octubre del año pasado.

-Pero una cosa es saberlo, y la otra es verlo definitivamente paralizado…

-Es triste verlo detenido, pero era una necesidad y lo lógico que debían hacer en su minuto. Espero que algún día cercano lo veamos construido y terminado.

-¿Siente nostalgia cuando pasa por ahí?

-No me pasan cosas emocionales con esto. Yo soy bastante pragmático. Creo que es un gran proyecto y sé que va a tener su momento de inauguración y de gloria, y no dudo que todo el mundo va a estar orgulloso del Costanera Center.

- A Paulmann se le critica su mal genio y su dureza para trabajar, sin embargo se le reconoce un gran talento. ¿Qué fue lo que más aprendió de él?

-Muchas cosas. Lo más relevante tiene que ver con la perseverancia y ese empuje que él tiene, ese afán de salir siempre adelante, de empujar contra viento y marea los proyectos en los cuales cree. Es algo notable en él, y creo que yo de alguna manera también asimilé ese empuje. Aprendí además de temas específicos del mundo del retail, pues él es un hombre que tiene una tremenda experiencia en ese rubro.

- Cuando se anunció su renuncia, se rumoreó que las razones estaban en el desgaste de su relación. A un año de su alejamiento de Paulmann, ¿lo echa de menos?

- Ehhhh… profesionalmente y personalmente sí. Es una gran persona, me cae muy bien. Tiene un gran sentido del humor y en eso uno lo echa de menos, pues desarrollamos una muy buena relación. Trabajamos 8 años juntos y yo me entretenía mucho en Cencosud con él. Es un hombre muy divertido. Claro que, como toda persona, tenía sus días malos también.

- ¿Mantienen contacto?

- De vez en cuando hablo con él, es un hombre muy ocupado. Tenemos una buena relación. De hecho, una de las primeras personas que invitamos a almorzar a nuestro restaurante fue él.

-¿Extraña el día a día del retail?

- De alguna manera sigo ligado al retail por lo que estoy haciendo en Centroamérica. El grupo Progreso, de Guatemala, tiene una filial de materiales de construcción que vende alrededor de US$ 1.200 millones en casi todos los países de la región. Esta empresa es la integración de varias pequeñas compañías. Ha sido bien interesante porque he conocido nuevos países y un consumidor distinto.

- Y dentro de Chile, ¿volvería a trabajar en retail?

- Acá en Chile me he abstenido de entrar en ningún tema de retail por un tiempo prudente. Pienso que el primer año fuera de Cencosud no era lógico que yo participara en el mundo del retail ni en una empresa que claramente podía ser competencia de Cencosud. Pero eso será sólo por un tiempo.

- ¿Tiene algún plazo?

- No tengo ningún compromiso formal, pero creo que moralmente había que tomarse un tiempo. Es mi opinión.

- Se le nota que volvería feliz…

- El mundo del retail es muy entretenido, muy dinámico. A mí me encantó y lo disfruté muchísimo, y por eso estoy tan feliz con este restaurante, porque también es retail. Estoy, de alguna manera, desarrollando algunas de mis habilidades en esa materia y eso me tiene muy contento.

- En el caso de volver a una gran empresa de retail, ¿preferiría hacerlo como gerente general o en el cargo de director?

- Me han ofrecido varios puestos ejecutivos y no he querido tomarlos. Me ha gustado este camino en el ámbito directivo y estratégico. Es un área que manejo bien y me siento sumamente cómodo.

La vida sin Cencosud

"No me siento retirado para nada"

-¿Tiene proyectos concretos para el 2010?

- Los huevos hay que cacarearlos cuando se ponen. Hay proyectos en todos los ámbitos, profesional y personal. Distintas cosas. Pero yo soy un empresario pequeñito, del nivel de este restaurante, por ejemplo. No es algo que va a mover la economía nacional.

- ¿Piensa volver a emplearse alguna vez?

- Lo he tenido que pensar y he rechazado varias propuestas muy atractivas. Pero la verdad es que le he puesto harta cabeza a esta opción que tomé. Pero sí, he pensado en volver. Lo único que me hace pensar es que todavía, dentro de todo, tengo 48 años. Y la verdad es que no me siento retirado para nada, es sólo que uno cambia de enfoque. Por ahora estoy bien así.

"Lo más relevante (de Paulmann) tiene que ver con la perseverancia y ese empuje que él tiene, ese afán de salir siempre adelante, de empujar contra viento y marea los proyectos en los cuales cree. Es algo notable en él, y creo que yo de alguna manera también asimilé ese empuje".

- ¿Descarta, entonces, aceptar alguna oferta y dejar la independencia?

- En la vida no hay nada que se pueda descartar. Hemos visto muertos cargando adobe, así es que nunca he de decir "de esta agua no he de beber". Pero la verdad es que desde mis inicios laborales, el tema de la independencia era una inquietud. Siempre la vida de independiente y de empresario me ha atraído, pero resulta muy difícil que un ejecutivo salte de un puesto seguro con un sueldo mensual a una cosa así. No es una cosa muy común. La mayor parte de los emprendedores o lo hacen desde muy jóvenes, cuando no tienen nada que perder, o cuando enfrentan un cambio en su vida, como quedar cesantes y en la necesidad se ven obligados a emprender. Pero no es el camino común el que un ejecutivo salga de un mundo tan seguro como es recibir un sueldo mensual, a un mundo de independiente. A mí me ha gustado mucho esta experiencia.

- En términos de remuneraciones, ¿es un cambio importante?

- Uno se mantiene en un nivel bastante razonable. Todo depende de lo que tú hagas. Pero en lo personal, en materia económica no me puedo quejar. Nunca mi vida ha sido demasiado sofisticada. Yo no soy de helicópteros ni de yates. Con que mis hijos vayan al colegio y poder viajar de vez en cuando, soy feliz.

- ¿Cómo resume su 2009?

- Ha sido un año muy enriquecedor. Trabajé 25 años en forma dependiente, y nunca tuve un período de cesantía ni de independencia forzada o no forzada. Por lo tanto, fue una experiencia completamente distinta esto de no tener una dependencia directa. Una experiencia distinta y tremendamente satisfactoria. Además, coincidió que me tocó en un período de crisis muy fuerte y quedé muy gratamente sorprendido.

- ¿De qué?

- De dos cosas. Por un lado, me han ofrecido muchas alternativas laborales, de distinta naturaleza. Yo le decía a la Karin: "Qué suerte que estamos en crisis, imagínate cómo habría sido sin crisis". Y lo segundo, es la cantidad de amigos y conocidos que se te acercan. Sin querer, uno tiende a pensar que en estas circunstancias, cuando uno ya no está en un cargo tan relevante, vas a perder cercanía con un montón de gente. Pero la verdad es que he tenido mucha gente cercana con la que he mantenido contacto. Eso me tiene bien contento.

"¿Me lo arrienda?"

En diciembre pasado, justo cuando Laurence Golborne anunciaba su renuncia, concluyeron las obras del Mirador del Alto, el sector gourmet del Alto Las Condes. En esa época, la crisis económica se había desencadenado con fuerza y, según Golborne, algunos de los restaurantes que se instalarían en ese sector desistieron de hacerlo. "Cuando me fui de Cencosud, muchos se habían bajado del proyecto, pese a que el Mirador es un lugar extraordinario", cuenta. Como él siempre soñó con un restaurant, habló con los ejecutivos de Cencosud. Ahora desde el otro lado de la mesa. Les dijo: "Me interesa el local de la esquina. ¿Me lo arriendan?". Llegaron a acuerdo.

Entre marzo y abril, Golborne y su mujer, Karin Oppermann, diseñaron el proyecto. Como estaban en un mall, los precios debían ser accesibles. Los platos tenían que ser impecables en calidad y presentación. Optaron por la cocina mediterránea, pues, según Oppermann "queríamos platos sanos, con poca grasa, mucho aceite de oliva, con pescados y mariscos". Para el diseño, se inspiraron en restaurantes que habían visto en Egipto y Nueva York.

Después, Golborne comenzó la búsqueda de los socios. Invitó a su oficina a Vittorio y Dante Arrigoni -con quienes comparte un directorio- y a Juan Antonio Guzmán, su ex profesor de Ingeniería en la UC y ex jefe en Gener. "Como Laurence es mateo, y es el caso del discípulo que superó al maestro, nos hizo una presentación que nos demostró que tenía todo perfectamente programado. No me quedó otra que decirle: yo te creo", recuerda Guzmán. Lo mismo hicieron los Arrigoni, quienes además sumaron a dos mujeres de ese clan: las hermanas Dina y Emilia.Para definir la carta, en abril entrevistaron a varios chefs hasta que se decidieron por el joven chileno-español Paulo Martínez. Luego, vino la degustación de los platos. Se hicieron tres sesiones de comidas, en las casas de los socios, donde Martínez les dio de probar 15 entradas, 15 platos de fondo y 15 postres. "Fue muy entretenido, pusimos nota a los platos e hicimos sugerencias", dice Golborne.

En julio contrataron al arquitecto Claudio Elfenbein -quien estuvo a cargo de La Mar, El Cívico y Tanta-, quien junto a Karin idearon un moderno diseño cargado de colores verde oliva, amarillo, blanco y negro. En octubre, tras seis meses de trabajar el proyecto y una inversión de US$ 1 millón, inauguraron Oliva Limón. Uno de los primeros comensales fue Horst Paulmann. "Lo invitamos para que probara nuestros platos y le gustó bastante", cuenta Golborne.

Todos confían en que el restaurante, además de un buen hobby, será un negocio rentable. ¿Piensan replicar el modelo en otras locaciones? Golborne responde: "No lo descartamos para nada. Si resulta, perfecto. Pero vamos por parte". Desde la cabecera de la mesa, Juan Antonio Guzmán lo corrige: "Tenemos pensado el Costanera Center. Ahí Laurence tiene un buen pituto". Todos los socios estallan en carcajadas.

Relacionados