Por Andrew Chernin Octubre 31, 2009

Para que John L. Allen Jr. (44) llegara adonde está, un Papa tuvo que morir. Porque sólo cuando falleció Juan Pablo II, este periodista, que se dedicaba a la docencia en un colegio en California, enfrentó los micrófonos. En esa oportunidad fueron los de CNN, en donde hoy es el analista del Vaticano. Pero luego, Allen comenzó a publicar columnas y comentarios en medios como el New York Times y el National Catholic Reporter. No tuvo que pasar mucho tiempo para que se convirtiera en el vaticanista más respetado del medio. Uno que sabe, por ejemplo, cómo llega y cómo se administra la plata santa.

-¿Cómo se financia la Iglesia y la Santa Sede?

-El presupuesto anual del Vaticano es de US$ 300 millones. Básicamente tienen tres fuentes de ingresos: la primera son las donaciones de iglesias locales y conferencias de arzobispos alrededor del mundo. Las parroquias están obligadas a entregar dinero a las diócesis y las diócesis están obligadas a entregar dinero al Vaticano.

-¿Cuál es la segunda?

-Las inversiones. En 1929, la nueva República Italiana le pagó una cuantiosa suma al Vaticano por todas las propiedades que le había confiscado. Esa cantidad, que hoy serían varios cientos de millones de dólares, fue invertida en una cartera de inversiones de bonos y acciones que aún existe y que cada año le entrega ingresos al Vaticano.

-Queda la última.

-El Vaticano es dueño de cerca de 700 propiedades, principalmente en Roma, pero también a lo largo de Italia. Muchas de ellas son arrendadas a compañías y a personas como tiendas o departamentos. Entonces cada año, hay dinero que llega por esa vía.

-¿Alcanza con eso?

-Cada año, por lo general, andan muy ajustados con ese presupuesto y no se sabe si se ganará lo suficiente para pagar los gastos del Vaticano.

-Habló de las donaciones. ¿Qué tan fundamentales son?

-Cubren el 50% del presupuesto anual. Las otras dos, aportan 25% cada una.

-¿Las propiedades en cuánto están valoradas?

-El Vaticano dice que su patrimonio, que incluye bienes raíces, asciende a US$ 770 millones. El grueso de esa cifra son las propiedades. Así que en total la valorización debería bordear los US$ 500 millones.

-¿Tienen números rojos o azules?

-Desde fines de la década del 70 hasta principios de los 90 tenían números rojos casi todos los años. Después llegó un cardenal norteamericano de Detroit a cargo de la operación financiera, que era conocido por ser un tipo hábil con la plata. Él corrigió el déficit y obtuvieron números azules por varios años. De ahí vino una crisis financiera y volvieron a tener números rojos, aunque el déficit no era mucho. Por lo general, la Iglesia no obtiene excedentes significativos.

-Entonces no se podría decir que la Iglesia es rica.

-Yo lo pondría así: el presupuesto operativo de la Iglesia es de US$ 300 millones. En Estados Unidos, la Universidad de Notre Dame -que es la universidad católica más grande del país- tiene un presupuesto operativo de más de US$ 1.000 millones. Es decir, puede financiar al Vaticano tres veces. El patrimonio del Vaticano -casi US$ 800 millones- es similar a lo que en las organizaciones sin fines de lucro de Estados Unidos se entrega como donación. Mi punto es que si lo medimos por los estándares de organizaciones sin fines de lucro, el Vaticano no es particularmente rico. Lo que pasa es que a diferencia de las organizaciones sin fines de lucro -donde el ítem que mayor capital absorbe es el pago de sueldos-, en el Vaticano la mayoría de los "empleados" son sacerdotes o monjas que o no reciben sueldo del todo o se les paga lo mínimo. Ésa es la forma en que el Vaticano puede mantener las cosas andando con un presupuesto que en el mundo de las organizaciones sin fines de lucro sería considerado bastante modesto.

-¿Cuál es el departamento encargado de las finanzas de la Santa Sede?

-La Prefectura para los Asuntos Económicos.

-¿Cómo funciona?

-Un cardenal -Sergio Sebastiani- es el presidente emérito. Él tiene una junta de consultores. Además, existe un consejo de cardenales que asesora a la Prefectura en la administración financiera. Ese consejo, a su vez, tiene una junta de consultores que son profesionales financieros, expertos en inversiones, etc.

-¿Qué perfil tiene la persona que llega a ese cargo?

-Lo nombra el Papa. Casi siempre es un obispo italiano veterano que tiene reputación de saber manejar el dinero. Informalmente se sobreentiende que debe ser italiano porque hay mucha interacción con el sistema bancario de ese país.

-¿Cómo describiría a la actual gestión?

-Son tremendamente conservadores. Hacen inversiones de muy bajo riesgo. Sé que muchas veces ha sido frustrante para los cardenales que provienen especialmente de Estados Unidos y Europa, porque la Santa Sede se demora en adoptar algunas de las prácticas básicas para la administración e inversión que se usan en otras partes del mundo. Publican un balance financiero anual. Pero no se externaliza. No hay una auditoría independiente de las finanzas. A través de los años, muchos cardenales se han quejado privadamente conmigo de que obtendrían mejores retornos de inversión si pudieran traer a gente externa que tomara decisiones responsables, pero ligeramente más audaces.

-El problema pasa por la modernización, entonces.

-Hay que entender que esto es el Vaticano. El problema de fondo, creo, es que se trata de una institución cuya aproximación al dinero es premoderna.

-¿En qué sentido premoderna?

-Previa a las prácticas modernas de contabilidad. Que no se siente cómoda con estrategias de inversión del siglo XXI. Estamos hablando de una aproximación al dinero que se formó en la Alta Edad Media. Sin embargo, están lidiando con católicos en todo el mundo, que sí tienen altas expectativas en cuanto a transparencia, gestión y responsabilidad.

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