Por Óscar Landerretche M.* Septiembre 19, 2009

Dani Rodrik en Culpen a los Economistas, No a la Economía se hace la pregunta de si el pobre desempeño de los reguladores financieros, de los entusiastas de la hipótesis de mercados eficientes y de los gurús del mercado en esta crisis, debiera llevarnos a  "…quemar los libros que tenemos y reescribirlos desde cero".

Su respuesta es no. Y yo estoy de acuerdo.

La crisis actual no se entiende sin teorías de agencia y mercados imperfectos. Las políticas implementadas no serían posibles sin microeconometría aplicada. Los problemas de gobernanza de bancos y reguladores serían abrumadores sin economía política. La discusión sobre la nueva arquitectura financiera global es imposible sin la teoría de organización industrial. Y, finalmente, respecto de la macro: el manejo global de la crisis, a mi juicio, logró convertir lo que venía a ser una depresión en una recesión seguida de un período lento de recuperación. No es poco. La última vez que el mundo entró en depresión, terminó implosionando políticamente.

Dulces y salados

A juicio de Paul Krugman, en el debate macroeconómico contemporáneo ha predominado exageradamente lo que en Chile conocemos como economía neoclásica (o economía de agua dulce, por surgir de las universidades de los grandes lagos como Chicago y Minnesota) por sobre la economía neokeynesiana (o economía de agua salada, por surgir de las universidades de las costas de EE.UU. como MIT, Harvard o Berkeley). 

La dulce economía neoclásica tendría una postura contraria a la regulación de mercados y una visión "schumpeteriana" de las recesiones, que las entiende como un fenómeno natural de creación destructiva, que no justifica activismo alguno, particularmente el fiscal. 

La salada economía neokeynesiana tendría una mayor disposición regulatoria y hacia el activismo anticíclico fiscal.

El predominio de los dulces sobre los salados habría generado una complacencia entre los reguladores respecto de las burbujas financieras y habría hecho esclerótica la reacción del Estado frente a la crisis. 

Estando de acuerdo en lo grueso con Krugman, discrepo de algunos de sus juicios más categóricos. En particular no creo que haya nada perjudicial en que los dulces sigan obstinadamente su agenda de investigación e intenten predominar en el ámbito público. Como diría un gringo, eso es fair game. Además, la visión "schumpeteriana" no sólo es interesante: también es útil. El problema es que no es la única visión útil. Si durante mucho tiempo los dulces fueron tan predominantes que se volvieron empalagosos, no es culpa de ellos. El problema es que los salados capitularon metodológicamente: se desalinizaron.

La desalinización tuvo buenas razones, malas razones y peores razones.

Las buenas son que en épocas de normalidad, fluctuaciones regulares y plazos cortos, los métodos y evidencias de la economía dulce más pura tenían robustez. Estas técnicas fueron y continúan siendo extremadamente útiles. En este sentido, la desalinización tiene algo de honestidad intelectual.

Las malas razones son las falencias que aún tienen los salados modelos de economía y finanzas del comportamiento, de macroeconomía fuera de equilibrio, y de políticas de desarrollo de largo plazo. Estos modelos no han logrado el nivel de universalidad analítica de los modelos dulces y tampoco han logrado masificarse (como sí lo logró la macro keynesiana en su tiempo). Por ejemplo, el maestro Krugman habla de los elegantes modelos de Nobu Kiyotaki. El estudio de los modelos de Kiyotaki es iluminador, es cierto, pero aún no se encuentran en un estado que les permita ser usados cotidianamente en las decisiones de política macro.

Las peores razones son que durante mucho tiempo fue muy rentable ser o parecer dulce. Si se era dulce se tenía más influencia política, éxito en los organismos multilaterales, se abrían prospectos de carrera en la banca de inversiones y se entraba a los circuitos de las escuelas de negocios. La verdad es que muchos se desalinizaron a propósito, como una estrategia política y profesional.

Mezcladores de aguas

El proceso de desalinización fue potente e irrevocable. Tuvo muchos motores. Para entenderlo hay que releer La Estructura de las Revoluciones Científicas, de Thomas Kuhn. No es la primera vez que este tipo de cosas pasan. Y no sólo en la economía.

En mi opinión, el enfoque correcto respecto del uso de teoría y evidencia para la toma de decisiones se encuentra en un accesible libro llamado Banco Central: Teoría y Práctica, de Alan Blinder. Sus lecciones, modestamente, creo que son extensivas para la política fiscal y financiera. Blinder argumenta que el ejercicio intelectual de modelación es fundamental para la salud técnica de los practicantes de la macro. Pero, acto seguido, reconoce que nadie sabe cuál es el modelo "correcto" de la economía de mercado moderna. Las interrelaciones son muy complejas, los parámetros constantemente cambian, y los cambios de régimen son frecuentes.

Blinder sugiere trabajar con una cartera exigente pero iconoclasta de modelos, excluir las predicciones extremas y trabajar sobre la base de algo así como un promedio. Y en el proceso de comparación entre lo que los modelos predicen y lo que el sentido común y la realidad indican, usar el insustituible criterio del practicante. Blinder, por así decirlo, nos llama a ser economistas de estuario: mezcladores de aguas.

La economía como disciplina ha desarrollado instrumental útil que nos sirve para entender los problemas actuales. Pero la práctica de la economía requiere de cierto escepticismo, no sólo respecto de las voces interesadas en capturarla, sino también de los entusiasmos académicos.

Volviendo a Rodrik: "La economía puede, en el mejor de los casos, aclarar las opciones para quienes toman decisiones; no puede elegir por ellos… Cuando los economistas no se ponen de acuerdo, el mundo queda expuesto a diferencias legítimas de opinión… Es justamente cuando coinciden demasiado cuando el público debería tener cuidado".

Como diría la señora Juanita: "Los mejores dulces llevan una pizca de sal".

* Director de la Maestría en Políticas Públicas de la U. de Chile. Asesor Económico Frei 2010

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