Por Daniel Greve* Julio 29, 2009

Eduardo Chadwick (50) estaba nervioso. Ansioso, como si fuese la primera vez. No lo era. Este ejercicio lo lleva haciendo durante años. Cinco, para ser exactos. Pero él sentía como si la historia se reiniciara en un déjà vu permanente. Estaba a punto de comenzar la nueva versión de la ya mítica Cata de Berlín, que debutó en 2004 en la capital alemana, y siguió replicándose en diferentes ciudades relevantes del mundo. Es principios de mayo y es un evento importante. Chadwick lo sabe.

El presidente de la Viña Errázuriz está en el salón principal de The Landmark Hotel de Londres, un escenario de lujo para una selección de periodistas de vinos, sommeliers y compradores de primera línea. Estaban, sin exagerar, los más importantes de Inglaterra y algunos de los wine writers más respetados del planeta. Chadwick expuso en un inglés bastante correcto, y apoyado en un sofisticado PowerPoint, las bondades de Chile como país vitivinícola y cómo la viña que él preside se inserta en este gran paraíso de costa y cordillera. Luego invitó al panel -casi medio centenar de expertos- a catar.

Se trata de una cata a ciegas. Una comparativa, por cierto, que esconde a sus mejores vinos -Seña, Viñedo Chadwick, Don Maximiano- entre una tremenda selección de íconos del Viejo Mundo, principalmente franceses e italianos, como Chateau Margaux, Chateau Lafite, Solaia, Sassicaia o Chateau Latour. Periodistas como Tim Atkin, Oz Clarke, Steven Spurrier -quien dirigió la cata, escoltado por Chadwick y Peter Richards- y Jancis Robinson, entre otros, se aprestaron a dar el veredicto.

Los resultados de esta cata no fueron del todo favorables para los vinos de Eduardo Chadwick. Don Maximiano 2006 apareció recién en el cuarto lugar, dejando al resto de sus vinos en los lugares 5, 7, 10 y 11. Pero él no lo asumió como una derrota. Por el contrario, lo tomó como un signo de transparencia de este ejercicio astuto y de alto impacto.

Dos meses después vendría la revancha. Porque a comienzos de este mes, la última versión de vinos chilenos del reputado catador norteamericano Robert Parker -conocido como "la nariz del millón de dólares" y creador de la revista The Wine Advocate- daría a Viñedo Chadwick 2006 la más alta calificación: 97 puntos, el máximo que antes sólo había logrado Carmín de Peumo de Concha y Toro en las dos ediciones previas, y que consiguió también otra viña de Aconcagua: Von Siebenthal, con el vino Tatay de Cristóbal, ejemplar que aún ni siquiera sale al mercado.

Además, de los 10 primeros lugares entregados por el exigente Parker -representado por Jay Miller, quien estuvo en nuestro país catando cerca de doscientos vinos diarios-, la mitad fueron ocupados por etiquetas de la viña dirigida por Eduardo Chadwick.

Mejor imagen

La primera Cata de Berlín fue un hito para esta viña. Ese 23 de enero de 2004, los vinos de Errázuriz se ubicaron en los primeros lugares, superando a las grandes referencias europeas.

Hubo mucho revuelo y algo de polémica, porque dio para pensar que esta cata era algo tramposa. ¿Por qué? Porque los vinos de Chadwick -no en el óptimo, pero ya listos para su consumo- se ponían a la par con vinos de largo aliento, que entregarán muchísimo más a partir de la década de vida.

Esta entrevista fue realizada tras la cata de Londres, en mayo, en la capital inglesa. Eduardo Chadwick, relajado en uno de los sofás del hotel, con un vaso de cerveza inglesa en la mano, lo pone en un dibujo mental: "Es una falacia que el vino deba partir duro, astringente. Es como si pensáramos que una mujer debe ser primero tosca y dura cuando joven para lograr ser atractiva a los 40 años".

La analogía tiene sentido cuando, más allá de las curvas de mujeres y copas, esto constituye una realidad de mercado; es decir, los unos y los otros son vinos que ya están en sus respectivos puntos de venta, por lo que quienquiera -y pueda pagarlo- tiene la chance de hacer el mismo ejercicio: poner en una mesa los vinos del grupo Errázuriz y algún Grand Cru de Burdeos hombro a hombro.

-¿Cuánto ha impactado la Cata de Berlín en las ventas de vinos de la compañía, y cuánto cree que ésta ha ayudado a posicionar a Errázuriz como marca?
-Se traduce más en imagen y prestigio que en venta. Los íconos de Errázuriz tienen sus nichos, se distribuyen bien y no hay problemas en venderlos. No crecen en base a la demanda ya que, por ejemplo, se hacen apenas mil cajas de Viñedo Chadwick, una cantidad limitada que proviene de 15 hectáreas concretas. Por lo tanto, este tipo de esfuerzos no tienen un impacto relevante en la venta global de largo plazo, aunque sí es muy probable que acelere el interés, que en el corto plazo y de manera inmediata se preste atención a nuestros vinos.

-Y eso beneficia, de paso, a la marca Chile: ayuda a salir del cliché de que nuestro país produce sólo vinos de buena relación precio-calidad; es decir, que sólo entran en el rango de los value for money…
-Es lo que nos faltaba para llegar más fuerte al escenario mundial. Estos puntajes reflejan la calidad del vino chileno. Ha sido el broche de oro. Y pasa porque el crítico, que no había tenido grandes elogios para nuestros vinos, comienza a ceder, empieza a sentir que existe una validación. Y se ve en la medida que los puntajes de Robert Parker han ido subiendo paulatinamente para los vinos chilenos. Antes, llegar a los 90 puntos (de un máximo de 100) era impensable. Hoy es una realidad, y esa brecha fue ampliamente superada.

Chadwick: entre premios y la crisis

-¿Qué piensan sus colegas de la cata? En el fondo, ¿qué feedback ha tenido de la industria?
-Para nosotros ha sido una puerta al futuro que rompió paradigmas del pasado. Y estoy seguro de que la industria lo ha tomado así. Aunque hay ignorancia y a la vez curiosidad, te puedo asegurar que la Cata de Berlín suma para toda la industria vitivinícola nacional una experiencia positiva, porque ha significado una visión adicional de la imagen de Chile.

-¿Y por qué nadie más se ha atrevido a replicarla, o a buscar una fórmula parecida?
-Sencillamente porque sería copiar. Y ya no tendría la misma validez e impacto. Aunque la bodega argentina Catena, de Mendoza, hizo el mismo ejercicio una vez y no lo repitió más.

-¿Por qué?
-Porque sus vinos salieron últimos.

-¿Y se puede seguir haciendo catas de Berlín eternamente?
-Se pueden hacer muchas más, porque es un ejercicio sano, pero lo próximo que hay que hacer son catas verticales (esas que ponen a un mismo vino en diferentes añadas) para tener la perspectiva de la evolución.

En el mejor momento

El 2008 fue uno de los buenos años para Chadwick. Fue elegido Personalidad Vitivinícola 2008 por el Círculo de Cronistas Gastronómicos de Chile, apenas meses después de que Viña Errázuriz fuese reconocida, por la Asociación de Vinos de Chile, como la Viña del Año; premio que también se sumó al de Productor del Año, que la viña obtuvo en Londres de la mano de la International Wine & Spirit Competition (IWSC). Y este año, a pesar de que dice que la crisis tocó fondo, promete ser aún mejor.

Chadwick ahora está esmerado en el manejo orgánico y biodinámico de algunos de sus viñedos -concretamente los de Seña, con un trabajo vitivinícola que une la tierra con los astros-, algo que lo pone en un nuevo mapa del interés periodístico especializado y, por cierto, en un camino efectivamente sustentable.

"Es más sustentable, hay un respeto máximo por la naturaleza y hay, como nunca, un increíble sentido de terroir", apunta con énfasis.

Además, está terminando de implementar una bodega especial y exclusiva para su vino Don Maximiano Founder´s Reserve en Aconcagua, con tecnología de punta y un trabajo gravitacional de la fruta, algo que hacen las grandes bodegas del mundo para tratar cada grano de uva como si fuese una piedra preciosa.

Chadwick: entre premios y la crisis

-¿Está Errázuriz en su mejor momento?
-Yo creo que sí. Todo ha ido in crescendo. Uno va sembrando, prosperando en viñedos y en líneas de vinos. Y el equipo humano, que es buenísimo, está cosechando los resultados. Actualmente tenemos mil hectáreas en funcionamiento, pero la empresa proyecta que de aquí a 2015 tendremos un crecimiento de 50%: mil quinientas hectáreas en producción.

-¿Cuál ha sido la clave del negocio de Viña Errázuriz?
-Tiene que ver con la calidad y la persistencia, unido a atreverse. Atreverse a  romper los esquemas internacionales, atreverse a compararse con los mejores, atreverse a hacer un marketing distinto y de no sentirse cómodo con el statu quo.

-La bodega está inyectando su mayor inversión desde 1870. ¿En qué consiste y a cuánto asciende?
-En un inicio, Maximiano Errázuriz creó la bodega. Hoy, casi 140 años después, estamos con la inversión mayor. Es la modernización, el renacimiento. Estamos, en el fondo, poniéndonos al día con el siglo XXI. La nueva bodega de Don Maximiano, una bodega-homenaje que ya está operando a partir de esta cosecha 2009, tiene lo que quisiera cualquier bodega moderna: pequeños estanques, sistema gravitacional para el tratamiento de la uva y un sinfín de detalles que se complementan con toda nuestra historia y tradición. La inversión ha sido muy alta, más de la esperada en un año como éste, en el que la crisis ha pegado duro, pero aún no hemos terminado de redondear cifras. Y prefiero no dar números por ahora.

Medidas de contingencia

-¿Confía en un mejor 2010? ¿La crisis debiera durar hasta fines de este año?
-Sí, este año creo que tocó fondo. Se han caído los precios. Bajó 10% el volumen de venta, pero los ingresos de la viña han caído 30% debido a la devaluación de la libra y el euro respecto del dólar, además de la baja del dólar mismo. Y eso acelerará el proceso de globalización, porque hasta los franceses -un buen ejemplo es la histórica cosecha 2005- han debido modernizarse y, de alguna manera, parecerse más a los vinos del Nuevo Mundo. Pero en 2010 debiéramos ver mejores resultados. No sólo nosotros: toda la industria. Por ahora cada viña deberá bajar costos y ser más eficiente, definir una nueva estrategia: la de calidad deberá aspirar a la máxima calidad y la masiva, por definición, deberá ser consistente y mantener sus costos bajos. Pero para ambas soy optimista.

Debido a la contingencia, Chadwick explica que tuvo que pedir a cada una de sus gerencias que presentara un plan de ahorro y revisar área por área. Todas, desde la agrícola y enológica hasta la de marketing y de recursos humanos, han debido apretar sus realidades y ajustarse a nuevos límites.

Pero Chadwick está tranquilo. Seguro de que ha seguido el camino más firme y sustentable. Ya para el 2010 no habrá metáforas. A la nueva bodega de Don Maximiano, que debiera estar funcionando en un ciento por ciento, sumará un hotel boutique, y todos los viñedos de Seña debieran estar certificados como orgánicos y biodinámicos.

Mientras tanto, Chadwick prepara más catas de Berlín fuera de Berlín para decirle al mundo que no se conforma con el status quo y que quiere compararse con los grandes. Los nervios llegarán, como siempre, y el mundo mirará a Chile con ojos nuevos. Como si fuese la primera vez.

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