Por Javier Rodríguez Noviembre 11, 2016

Roberto Zavala es un obrero de la Ford Company. Vive en Sonora, vota desde siempre por el PRI, ve los noticieros y les cree. Cuando ve manifestaciones manda a los protestantes a trabajar, les dice que son unos flojos. El 5 de junio de 2009 sale de su trabajo y va a recoger a su hijo a la guardería estatal donde lo deja todos los días. A medida que avanza, ve una torre de humo. Su búsqueda termina con su hijo muerto, al igual que otros 49 niños.

En los días siguientes descubre que la administración de la guardería había sido traspasada de forma ilegal a un privado sin experiencia con niños. Se da cuenta de que los medios ocultan la historia real. Y él mismo termina manifestándose en las calles, pidiendo no votar por el PRI, culpándolo de la muerte de su hijo.

Diego Enrique Osorno (36) vive en Sonora, ciudad frontera con Arizona, y escribió esta historia para el libro La ira de México, junto a Juan Villoro y Elena Poniatowska, entre otros.

—Me interesa reportear los accidentes de la historia. Cuando hay un imprevisto que no estaba contemplado por el sistema, por el poder, que rompe con todo. De esos momentos surgen dramas humanos, gestos de grandeza, de nobleza, como el de Zavala—explica.

Hoy freelancer, se ha hecho famoso por publicar El cártel de Sinaloa y La Guerra de los Zetas (que nació como el brazo armado del Cartel del Golfo), quizás las mejores investigaciones que se han hecho sobre el mundo del narcotráfico mexicano. Pero él prefiere no catalogarse como especialista en traficantes. Su área es el poder y la violencia, que se manifiesta tanto en las acciones de los carteles como en las fortunas de los multimillonarios en un país con más de 50 millones de pobres. Esa pregunta lo llevó a escribir Slim. Biografía política del mexicano más rico del mundo (Debate), recién publicada en Chile, sobre el empresario que según, el ranking Forbes de este año, es el sexto hombre más millonario del mundo, con una fortuna de US$ 50.400 millones.

—¿Cómo se explican personajes como el “Chapo” Guzmán o Slim en un país con una desigualdad brutal?
—Esta desigualdad no existe en ningún otro país de América Latina y es producto de dos fenómenos. Uno es el neoliberalismo que en México, a diferencia de Chile, se comenzó a instalar en los 90 mediante esta fase de privatizar todo, de generar mercados de cualquier cosa. Es un capitalismo que no se ha asumido del todo en países como México. No hay una conciencia de la sociedad de que lo que nos gobierna hoy en día no es un sistema como el priista que, según decía Carlos Monsiváis, no era ni capitalista ni socialista, sino oportunista. Ahora lo que nos gobierna es un capitalismo donde los empresarios capturaron al Estado, donde hay mucha corrupción y tráfico de influencias.

El otro es que, en 2000, México retorna a la democracia después del gobierno del PRI. Ahora hay más partidos gobernando. Hay un Congreso con cinco o seis partidos instalados. Hay más democracia, más libertades civiles, pero al mismo tiempo hay más barbarie. Hay más periodistas asesinados que antes, aunque haya más libertad de expresión. Hay más empresarios secuestrados, extorsionados. Hay más manifestantes atacados o encarcelados, incluso desaparecidos, como los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Algo está pasando que a mayor democracia, hay un retroceso en el proceso humano, civilizatorio.

— ¿A qué crees que se debe?
—Es una pregunta por la que trabajo. Ahora más que nunca, porque no sé cómo explicar que una democracia como la mexicana tenga más víctimas de desaparición forzada que una dictadura como la chilena. Cómo puede ser peor, en estos términos, que una dictadura pura y dura. Hay un secreto que investigar, hay que buscar la conexión entre una variable y otra.

—Otra pregunta que te hiciste, con la que parte el libro de Carlos Slim, es si acaso él es una buena o mala persona. ¿Por qué te nace esa pregunta?
—Slim es un hombre que, según estudios de la OCDE, ha perjudicado a México con el uso de prácticas abusivas y monopólicas el bienestar de los mexicanos en US$ 123 mil millones. Eso es violencia. Es invisible, pero eso mata gente. De hambre. Genera desnutrición. Al mismo tiempo, es un empresario que en su trato directo es sumamente afable. Ha seducido a las mentes más brillantes de México: Monsiváis, los periódicos de izquierda. Ahí hay una contradicción interesante.

“Slim es un hombre que, según estudios de la OCDE, ha perjudicado a México con el uso de prácticas abusivas y monopólicas  el bienestar de los mexicanos en US$ 123 mil millones. Eso es violencia. Invisible, pero eso mata gente”.

—Al final lograste entrevistarlo, a pesar de que al principio no quería.
—Cuando estoy ya por enviar el libro a imprenta, hace dos años, me busca para decirme que me va a recibir. Entonces se da esta entrevista, donde creo que él busca un control del libro, entonces finalmente tenemos tres entrevistas. La última no muy cordial.

— ¿Por qué?
—Porque él siente que no tiene el control del libro, pero acepta que lo que yo había hecho era una investigación seria. Que no podía hacer un libro basado en una entrevista con él. Yo había hecho una investigación y sólo quería su versión de diversos temas. Luego no volvimos a hablar.

Capitalismo de cuates

— ¿Cuál es el rol de la política en el mapa de poder mexicano? Por lo que dices, es sólo un actor más. Slim crece al amparo del PRI, los Zetas nacen al final de uno de sus gobiernos.
—En México, el narco es hijo de la política. No es un fenómeno que se haya desarrollado al margen del Estado, sino que el Estado lo condujo. Los capos de la droga, el “Chapo” Guzmán, Félix Gallardo, todos los más importantes trabajaron para el Estado. Eran policías pilotos, funcionarios públicos. Gente de la estructura del Estado, que en la época del PRI se encargaban de mover la droga y de controlar el tráfico dentro del país, de evitar que se consumiera ahí, que se fuera a Estados Unidos.
El narco en México nació trabajando para el Estado, por eso es muy distinto al narco colombiano. Ahí sí ellos querían el poder. El narco en México no quiere el poder, quiere permiso para hacer su trabajo. Eso cambia con el liberalismo, donde el Estado no puede controlar todo. Antes controlaba el narco, controlaba a los campesinos, los sindicatos, los empresarios, todo. Lo que viene ahora es un descontrol. En México había un solo cartel, el de Sinaloa. Cuando empieza la pluralidad política ahora hay 30 carteles y diez partidos políticos.

—Imposible desenredar esa maraña.
—Los periodistas mexicanos intentamos desenredarla todos los días. Es un trabajo que sí se hace en México y que no se hace en Estados Unidos. Siempre condeno que el periodismo estadounidense, que es tan bueno, tan potente, no nos haya podido explicar cómo funciona el cartel de la droga en Chicago, en Los Ángeles o en Detroit. No sabemos cómo la cocaína que pasa a Texas llega hasta Nueva York, de la que la separan casi 5 mil kilómetros.

“Trump es una bala perdida que atravesará México. Tenemos la impresión de que en la reunión que sostuvo con Peña Nieto llegaron a un acuerdo secreto que esconde otro escándalo de corrupción”.

—Hablabas de que el PRI permitió que crecieran estos líderes del narco, pero en esta época es cuando Slim se hace fuerte. ¿Encontraste similitudes en sus procesos de construcción de poder?

—Lo hablamos al principio: el libre mercado. Había un solo cartel en los 80, en los 90 se abre el mercado, se crean empresarios legales e ilegales. Esa liberalización de la economía tiene que ver con el mundo de las drogas. Los narcos, y no hay que olvidarlo, son empresarios antes que cualquier cosa. Empresarios armados que hacen negocio con la sangre, pero son empresarios. Son hombres de negocios. Esa apertura o esa liberalización, me parece que fue lo que abrió la presencia o el crecimiento de personajes en el mundo formal como Slim, como el “Chapo” Guzmán. Ambos aprovecharon la debilidad del Estado. Uno armado y otro desarmado, se beneficiaron de este capitalismo de cuates.

Periodismo infrarrealista

Osorno vive en Sonora, la ciudad elegida por Roberto Bolaño para situar su obra cumbre, 2666. El chileno, según Osorno, nunca visitó la ciudad frontera. La conoció a través de los mapas creados por Julio César Montané, académico chileno que al llegar, exiliado, se dio cuenta de que no habían mapas de la zona y decidió él mismo confeccionarlos. Estos mapas llegaron a Bolaño a través de su hijo, Bruno. Amalfitano, uno de los personajes centrales de 2666, está basado en la vida del profesor.
Pero la admiración de Osorno por el escritor chileno no finaliza ahí. Él mismo inventó el “periodismo infrarrealista”, en honor al movimiento cultural al que perteneció Bolaño y que iba contra el establishment cultural, particularmente contra la sombra de Octavio Paz.

—Es una especie de irrupción frente al periodismo policíaco tradicional, que te obliga a creer en las instituciones. Te basas en los expedientes, en lo que te dice el comandante. Y hay otro periodismo que mira nada más a las víctimas y se olvida de los victimarios. Lo que propongo en este periodismo infrarrealista es ni ser un buitre ni tampoco una mosca muerta como alguien que solo está reproduciendo el dolor de una sociedad. Meterte hasta el fondo.

—¿Asumes la subjetividad de los textos periodísticos?
—Eso ni lo debato. Para mí todos los textos tienen que tener una intención. Yo tengo mi intención cuando empiezo mi historia. Puede cambiar, porque me descubro cosas que me cambian el punto de vista, mi opinión, pero no hago historias sin intención.

—Un purismo inocentón.
—Que le sirve al poder. Uno ve los periódicos en México y el 80% de las noticias son las mismas. A veces están escritas con el mismo titular. Eso dice que los aparatos de comunicación social hacen bien su trabajo y logran imponer su versión, que las escuelas de periodismo hacen bien su trabajo en el sentido de reproducir esta idea de la objetividad, que es la visión hegemónica de las cosas. Porque todo tiene una amplia gama de miradas, cualquier hecho, y esa objetividad me parece solo un pretexto para imponer la visión hegemónica de un asunto. Para mí ni siquiera es un dilema. Yo lo asumo.

—La última pregunta es obvia. ¿Qué te pareció el triunfo de Donald Trump?
—Estoy rumiando esa tristeza. Trump es una bala perdida que atravesará México. Tenemos la impresión de que en la reunión que sostuvo con Peña Nieto llegaron a un acuerdo secreto que esconde otro escándalo de corrupción, porque es evidente que ayudó a la campaña de Trump.

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