Por Ana María Sanhueza Julio 23, 2015

"Un gran mito del Chapo Guzmán es de él caminando en un restaurante diciendo a la gente: ‘Voy a tomar sus teléfonos y pagar su cena, pero no pueden salir hasta que yo lo haga’. Pero este mito existe en muchas ciudades de México", cuenta el periodista Malcolm Beith.

Tres palabras se repiten cuando el periodista británico-americano Malcolm Beith se refiere a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera (1957), el líder del cartel de Sinaloa: business, ambición e inteligencia.

Han pasado cinco años desde que Beith publicó El último narco (Ediciones B), la primera biografía del Chapo Guzmán, y hoy las condiciones parecen ser las mismas que cuando la escribió: desde que se fugó desde el penal mexicano de alta seguridad El Altiplano, el 11 de julio, nuevamente el protagonista de su libro se convirtió en uno de los hombres más buscados del mundo.

Por eso, aunque la noticia del escape lo tomó por sorpresa, no así el modus operandi: sin violencia, sin muertos, sin rastro.  Como si Guzmán fuera, tal como el 21 de enero de 2001 -huyó de la cárcel Puente Grande, en Jalisco, oculto en un carrito de lavandería-, un hombre invisible. Esta vez el Chapo lo hizo de nuevo: se fue a duchar y escapó en moto por un túnel de 1.500 metros de largo, construido bajo el suelo, iluminado y con un sofisticado sistema de ventilación.

A Beith, sin embargo, la segunda fuga no le llamó la atención tanto por Guzmán, porque su ingenio, redes y poder son parte de sus características. “Pero sí me sorprendió por las autoridades, porque pensé que estarían más preparadas ante la posibilidad. ¡Si es el Chapo, alguien que ya escapó de otro penal de alta seguridad!”, dice el periodista.

Y aunque la sospecha ronda en el debate, Beith hace hincapié también en la posibilidad de una “falla humana” tras el escape. “En México no hay mecanismos para que alguien que sabe algo, pueda decirlo. Porque si un guardia de seguridad oye rumores de que se está construyendo un túnel, que hay un plan de escape del Chapo, ¿a quién se lo puede decir?, ¿a su supervisor? Eso es algo muy difícil de hacer. Además, los criminales toman ventaja de eso y al final siempre la gente honesta va un paso atrás de ellos”.  Y añade: “La verdad es que nadie sabe mucho sobre este mundo. Porque el crimen organizado es un gran misterio y un gran mito también”.

UN NARCO-MITO

Cuando Beith comenzó en 2007 a reportear la historia del Chapo –el sobrenombre viene de chaparro, por su baja estatura– no era un periodista experto en narcos ni en mafias. Trabajaba en México como editor de política del diario inglés The News, en la época en que la violencia de los carteles de droga había comenzado su peor escalada. Y aunque sus jefes no querían cubrir el crimen organizado porque lo consideraban demasiado riesgoso (el propio Chapo Guzmán se adjudica entre dos y tres mil muertos), la curiosidad del periodista fue mayor. “Quería saber qué pasaba en Sinaloa, en Juárez, en Tijuana”, cuenta.

Fue así como empezó su reporteo. Beith dice que necesitaba “tomar un poco del color de cómo vive la gente bajo el crimen organizado y tener una impresión de lo que ocurría”.

Con el tiempo esas primeras impresiones tomaron la forma de un libro –El último narco fue publicado en México, Estados Unidos y Europa– con testimonios, recopilación y análisis de documentos y expedientes. También asistió a varias audiencias judiciales. Una de ellas fue en la Corte de Chicago, en el procedimiento en contra de Vicente Zambada Niebla, El Vicentillo, hijo de Israel “el Mayo” Zambada, sucesor del Chapo. Le llamó la atención la calidad de los abogados contratados por el narco: “Argumentaban fuerte. Eran buenos”.

Junto a la biografía, Beith también se dedicó a tratar de desenmarañar los mitos que han ido creciendo en torno al Chapo. Mitos que crecerán tras su segunda cinematográfica fuga de hace dos semanas. “Hay mucha mitología y manipulación de los medios y de inteligencia. Y a veces es muy difícil saber qué es verdad y qué no”, cuenta.

–¿Y con qué mitos se encontró?

–Un gran mito del Chapo es de él caminando en un restaurante diciendo a la gente: “Voy a tomar sus teléfonos y pagar su cena, pero no pueden salir hasta que yo lo haga”. Pero este mito existe en muchas ciudades de México. Otro cuenta que en Sinaloa dicen que cuando no había orden allá, Guzmán y el Mayo Zambada llegaron para ordenar la ley de una manera mafiosa.

Por esos días de 2007, el líder del Cartel de Sinaloa estaba prófugo desde hacía seis años. “Tenía casas por todo el país para moverse y esconderse. En eso fue muy inteligente, porque no era como los otros narcos, que les gustaba hacer fiestas grandes. El Chapo, en cambio, no eran tan ostentoso como los demás”.

Lo de ostentoso, sin embargo, es relativo: como muchos narcos que se iniciaron en los años 80 traficando marihuana hasta pasar a la cocaína y heroína, Guzmán también tuvo un zoológico y lujosas casas. Al punto que durante tres años consecutivos, entre 2009 y 2012 y mientras estaba prófugo, la revista Forbes calculó su fortuna en mil millones de dólares, situándolo al lado de los multimillonarios más ricos del mundo y abultando así la leyenda en torno a Guzmán.

EL ÚLTIMO NARCO

Beith dice que cuando partió escribiendo el libro, en México muchas autoridades, y también la prensa, pensaban que Guzmán era un tipo de criminal que ya estaba obsoleto. Pero no para él. “Vi su trayectoria y pensé: ‘No. No está obsoleto. El Chapo Guzmán va a ser el último narco no como tal, porque hay muchos, sino que el último de una generación, como Pablo Escobar o los de México antiguo. Guzmán es el último narco del tipo famoso y con una mitología que crece en torno a él. Porque hoy los narcos son de pandillas, mucho menos líderes de carteles que él”.

De hecho, el Chapo es parte de la vieja escuela de narcos mexicanos, como lo fue Amado Carrillo Fuentes (el Señor de los Cielos) y Rafael Caro Quintero.

“El Chapo siempre ha tenido una actitud, un algo que lo dirige a tener poder, control e influencia. Es muy ambicioso, pero esa ambición no es para hacer cosas buenas, sino malas. Él en todo ve business y si es algo ilícito, va a continuar haciéndolo”, dice Beith.

En su reporteo, el periodista consiguió varios testimonios de gente que aseguraba haber trabajado para Guzmán. Entre ellos el de un hombre de Badiraguato que decía haber estado con Guzmán, probablemente en las montañas de Sinaloa. Lo difícil de esas entrevistas, cuenta Beith, es que era muy riesgoso para la gente del pueblo reconocer que conocían al Chapo.  “Muchos testimonios hablaban de que era calculador y negociador. También tiene mucha lealtad a su familia, hacia su madre y a su primera esposa, con quien se casó hace unos 30 años. Incluso, antes de su captura en 2014, las autoridades dijeron que seguía en contacto con ella”.

–¿Qué le llamó la atención de la personalidad de Guzmán?

–Su manera de hacer el business. Por ejemplo, si la heroína estaba siendo más demandada en Estados Unidos, el Chapo se adelantaba en producirla. 

–Usted ha dicho que Guzmán, además de calculador, es inteligente. ¿Por qué?

–Es hijo de un campesino, fue el líder de uno de los negocios de droga más grandes del mundo y ha evadido la justicia por 14 años. 

Hoy Guzmán lleva dos semanas prófugo. La última vez que lo detuvieron, en febrero de 2014, fue en Mazatlán, Sinaloa, un lugar al que siempre vuelve. 

Mientras, el mito en torno a Guzmán sigue creciendo. Si su primer escape inspiró el narcocorrido “La fuga del Chapo” de El as de la sierra (“Qué bonitas son las fugas/cuando no existe violencia/mi compa les ganó limpio/grábenselo en la cabeza/si antes hubiera querido/él se las pela a fuerza”). La segunda huida ya tiene más de 10 canciones. La más irónica, del grupo Enigma Norteño, surgió apenas seis horas después de que Guzmán escapara en moto: “Ya una vez comprobé mi poder, porque si una vez la hice, fácil se las vuelvo a hacer”.

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