Por M. Eugenia Fernández G., desde Madrid Noviembre 20, 2014

“¡Sí se puede! ¡Sí se puede!”

Son las 12.30 del sábado 15 de noviembre y el frío se deja sentir en Madrid, pero dentro del Teatro Nuevo Apolo, el grito de las más de 1.500 personas que asisten a la proclamación del joven líder Pablo Iglesias (36) como secretario general de Podemos calienta el ambiente. Lo perciben hasta quienes pasan por fuera del recinto, que por curiosidad o simpatía no dudan en entrar.

El grito no es casual. También entre mayo y junio de 2011 -cuando miles de “indignados” se tomaron la famosa Puerta del Sol en la capital española, en protesta por la crisis económica y pidiendo una democracia más “participativa”- un mensaje colgaba en el centro de ese lugar: “Sí se puede”.

El 15M, este movimiento que remeció España, es uno de los hitos que marcan la creación de Podemos, el fenómeno político que en estos días tiene con insomnio al bipartidismo español: en sólo ocho meses, desde que se formalizó como partido en marzo, ha logrado liderar las encuestas en lo que a intención de voto se trata. Su grupo creador -cuyo núcleo se compone de cientistas políticos de izquierda de la Universidad Complutense de Madrid y otros activistas sociales- participó activamente de los “indignados”, y  la manifestación misma demostró que para un sector de la sociedad ya no eran representativos los dos principales partidos políticos, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP).

Analistas y dirigentes concuerdan en que España está ad portas de un cambio político por la distancia que se ha producido entre los ciudadanos y los partidos, y que ha dejado a parte importante del electorado en calidad de “huérfanos” que, según los sondeos, han encontrado rápidamente en este referente un nuevo hogar.

El escenario de una crisis económica que no parece tener fin, los planes de recortes y austeridad del gobierno de Mariano Rajoy (PP), sumados a los graves casos de corrupción conocidos en los últimos dos meses, han servido como caldo de cultivo para la irrupción de este partido de ultraizquierda. Y su crecimiento ha sido espectacular: en enero, se autoimpusieron la meta de juntar 50 mil firmas para participar en las elecciones europeas. Lo consiguieron, dicen, en un solo día. En mayo, cinco de sus integrantes más conocidos -Iglesias incluido- fueron electos como eurodiputados con 1,2 millones de votos, situándose como la tercera fuerza política más votada de España. Y a principios de este mes, una encuesta del prestigioso Centro de Investigaciones Sociológicas  les dio el primer lugar en intención directa de voto (17%), dejando atrás al PSOE (14,3%) y PP (11,7%).

Nadie previó la aparición de esta fuerza, lo que ha llevado a una autocrítica por parte de los partidos. “Los partidos son conscientes de que no están respondiendo a las necesidades actuales de los ciudadanos, pero están haciendo un gran esfuerzo para volver a ser una oferta interesante. Si no lo hacemos, fracasaremos”, afirma Jesús Posada (PP), presidente del Congreso de los Diputados. En el PSOE, en tanto, optaron por la acción e hicieron un recambio generacional y de procedimientos. En julio, Pedro Sánchez (42) sucedió a Alfredo Pérez Rubalcaba (63) en la dirección del partido a través de la elección directa de sus militantes, y quizás por la proximidad ideológica de sus votantes con los de Podemos, inició una campaña en que llaman a un “cambio real y sensato en la política española. Nosotros no queremos experimentos”, afirma Antonio Pradas, número 3 de la colectividad española.

El duro discurso de Podemos -sobre todo en boca de Iglesias, famoso por su pelo largo y su “coleta”- ha revolucionado el tablero político. “Ellos han logrado que envejeciéramos 15 años en seis meses”, dice Ignacio Urquizu, sociólogo y columnista del diario El País. Basados en enfrentar a la elite versus la ciudadanía, no dudan en denunciar a la “casta” -aquellos privilegiados que son impunes pues no han sufrido con la crisis ni van a la cárcel por la corrupción-, con lo que cuestionan a casi toda la clase política española. Además, evitan ubicarse en uno de los dos lados del espectro político -“no es izquierda o derecha, es dictadura o democracia”, afirmó Iglesias en una entrevista, e instalaron un crítico diagnóstico sobre la realidad. “Su exitosa estrategia inicial consiste en diagnosticar lo que le pasa a España para empatizar con la gente, y les empiezan a encontrar razón: la gente cree que los han timado”, puntualiza Urquizu. Por ello, no pocos los califican de populistas. “Tienen un líder carismático y dicen lo que la gente quiere escuchar”, añade el sociólogo.


EL MOVIMIENTO DE LAS FICHAS

La idea de articular políticamente el descontento que se vio en el 15M y en los movimientos sociales que le siguieron, se cocinó entre la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y el barrio de Lavapiés.

Tras militar siete años en las Juventudes Comunistas, Iglesias se licenció en Derecho y Ciencias Políticas en esa casa de estudios, donde luego obtuvo un doctorado y fue profesor. También Juan Carlos Monedero (51) e Íñigo Errejón (31), sus más cercanos colaboradores, son  catedráticos de ciencia política en la misma universidad. Los tres, además, mantienen estrechos contactos con los gobiernos de izquierda de América Latina. Iglesias trabajó con la presidencia de Venezuela y vicepresidencia de Bolivia a través de la Fundación CEPS, mientras Monedero fue asesor directo de Hugo Chávez entre 2005 y 2010. Errejón, por su parte, participó la Fundación GIS XXI, próxima a la administración de Nicolás Maduro.

Según Urquizu, contemporáneo suyo en la UCM, los tres vieron en estos huérfanos políticos “una oportunidad de entrar al sistema político y, apoyados por encuestas, determinaron a quienes hablarían y su mensaje”. Los sondeos los aportó Carolina Bescansa, también profesora de la UCM.

Al mismo tiempo, comenzaron a participar en medios de comunicación y redes sociales. Primero, desde el programa de televisión La Tuerka, que Iglesias conducía y dirigía desde 2003, y a partir de 2013, desde cadenas grandes como La Sexta y Cuatro, donde es panelista. “Generamos un dispositivo fuerte que consiguió acumular una experiencia práctica de comunicación política. Pablo consigue también capitalizar una referencia mediática muy significativa”, recuerda Miguel Urbán (34), fundador del partido.

Pero el primer “hito” político de Podemos se produjo al otro lado de la capital española, en el multiétnico y politizado barrio de Lavapiés. Ahí, en casa del propio Urbán o en la librería-cafetería de la cual es dueño, cuajó la forma definitiva del partido, que actualmente tiene su sede en ese sector. Y media cuadra más lejos, en el Teatro del Barrio, fue donde el 14 de enero de este año, este mismo grupo junto a otros intelectuales, artistas y periodistas, lanzó el manifiesto “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político”, donde proyectaron una candidatura a las elecciones europeas “por la recuperación de la soberanía popular”, que “reivindique una democracia real”.

Nueve meses después -con el viento de cola de las encuestas- están decididos a participar en las elecciones de octubre de 2015, en las cuales se elegirá al jefe de gobierno y al Parlamento. “Nuestra meta es ganar, y si es con mayoría absoluta, mejor. Algunos dicen ¿no sería mejor quedar segundos y prepararnos? El momento de urgencia social es tan grande, que no podemos tener miedo a ganar”, afirma Urbán. Antes, deberán dar respuesta a la principal inquietud que se cierne sobre ellos: su programa.

EL CONTRATO CON LA GENTE
El propio Iglesias lo asume. “Las verdaderas dificultades empiezan ahora, y cuando ganemos las elecciones en noviembre serán más aún”, dijo el sábado en el Teatro Nuevo Apolo. Su primer desafío, confiesa él mismo, es configurar un programa de gobierno, sobre todo en el ámbito económico, que es el que más incertidumbre genera en el electorado.

“Su gran desafío es responder a lo que viene: la gente ha dicho ‘tenéis razón pero ahora nos tienen que sacar de esta’”, explica Urquizu, quien agrega que Podemos comenzó con “un discurso muy radical, muy propio de ellos que vienen de la izquierda y ahora han empezado a modular su lenguaje porque las encuestas los empiezan a poner de primeros”. Varias de sus propuestas y opiniones, que generaron perplejidad al principio, han ido bajando de tono. Como cuando en enero, el grupo aseguró respecto de la deuda externa que “las deudas ilegítimas no se pagan”. El sábado, Iglesias afirmó que “hablamos de una reestructuración”.

En estos meses, Podemos ha propuesto realizar una reforma fiscal, cambiar el modelo productivo, crear una renta básica universal, sacar a España de la OTAN, romper el convenio de defensa que ese país mantiene con EE.UU., suprimir el Senado y reformar la Constitución de 1978 para, entre otras cosas, asegurar que exista un mecanismo revocatorio del presidente y la realización de consultas ciudadanas. “Hay que abrir el candado del 78 y discutirlo todo”, dijo Iglesias el sábado, justo cuando está al rojo el tema territorial tras el referéndum independentista de Cataluña.

Por otra parte, hay quienes plantean que deberían cambiar de referentes y de lenguaje. “Su discurso está basado en el pesimismo y en descalificar a los demás, y la gente no sé si aguanta más pesimismo. A lo mejor debieran hablar de ilusión y esperanza”, dice Urquizu, quien también comenta que “si fuera ellos, visitaría Dinamarca, Suecia y Noruega. No Ecuador, Bolivia y Uruguay, donde fueron hace unos meses... Ahí supimos dónde miran, cuáles son sus referentes”.

Todo  ello, sin dejar de crecer en las encuestas, un escenario que no ven socialistas ni populares. “Aún falta un año para las elecciones generales y pueden pasar muchas cosas. Creo que están llegando a la saturación”, afirma Pradas (PSOE). “Al 2015 no concibo un gobierno suyo, pero sí puede ser que, si el PP tiene una baja muy grande, a lo mejor Podemos podría entrar al gobierno, no como partido mayoritario, pero sí junto con el PSOE”, explica Posada (PP).

Por su parte, Urbán apuesta a que “si el debate de ahora es si ganamos o no, en cuatro meses más va a ser si ganamos con mayoría simple o absoluta”. En caso de ser gobierno, el mismo Iglesias ha dicho que no estarán dispuestos a negociar con otra fuerza política por pertenecer a la “casta”. “No nos sentimos cómodos con ninguno. Nosotros no vamos a negociar si no cambian su programa. Nuestro programa será un contrato con la gente. Si hay acuerdo sobre eso, perfecto, si no, no lo habrá. Y los acuerdos los decidirá la gente”, dice Urbán.

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