Por José Manuel Simián Octubre 19, 2012

El momento quizás decisivo en la elección presidencial estadounidense ha sido la divulgación del video secreto donde el republicano Mitt Romney decía que su trabajo no era preocuparse de ese 47% de los estadounidenses que no pagaban impuestos por rentas y “se sentían víctimas”. La elección de 2008 nos había dado un momento semejante, cuando el Huffington Post divulgó una grabación en que Obama decía a sus donantes que, ante la adversidad, los residentes de pueblos chicos “se aferraban a las armas y la religión”.

Ambos episodios son similares desde un punto de vista mediático: un golpe periodístico clásico difundido por plataformas digitales. Pero en términos de tendencias, los electores estadounidenses vivimos en un mundo muy distinto del de 2008. Si hace cuatro años nos tragábamos varias horas de programas políticos por cable cada noche y leíamos editoriales, hoy todo parece ir tan rápido que la sensación es la de estar entrando a una obra en mitad de la función varias veces al día.

A mediados de 2008, Facebook tenía 100 millones de usuarios y hoy se acerca a los 1.000 millones, mientras Twitter pasó en el mismo período de entre 3 y 6 millones de cuentas (las cifras son confusas) a más de 140 millones. Más importante aún, recientes estudios del centro Pew muestran una baja histórica en las audiencias de los principales canales de noticias por cable (CNN, FOX y MSNBC), mientras que las únicas fuentes de noticias que van en alza son aquellas a las que puede accederse por computador y celular.

Lo anterior puede parecer tan predecible como irrelevante. Lo interesante es otra cosa: en medio de la tormenta de información (y esta percepción es difícil de medir), el cambio más radical tiene que ver con lo que consumimos y compartimos a través de estos nuevos medios. Si en 2008 usábamos Facebook para divulgar columnas de opinión, hoy la postura política parece expresarse de manera mucho más efectiva a través de esas fotos con texto llamadas memes, que antes que nuestra conciencia y voto persiguen las risas de internet, el LOL (siglas para lots of laughs o laugh out loud, o sea, risa a carcajadas).

Así, puede que el video del “47%” haya sido un terremoto para la campaña presidencial de Romney, pero los memes que explotaron todas sus implicaciones fueron réplicas casi tan dañinas. Lo mismo lesocurrió a los republicanos con los memes creados sobre las ridículas imágenes del candidato a vicepresidente Paul Ryan haciendo ejercicio ante las cámaras de Time.

Obama tampoco ha salido completamente ileso de la tormenta digital. Si bien las redes sociales suelen tener más penetración entre los internautas liberales y moderados que entre los conservadores (74%, 70% y 60%, respectivamente,  según Pew), durante el primer debate presidencial eso pudo jugarle en contra: los usuarios liberales fueron los primeros en entrar en estado de histeria ante el mediocre desempeño de Obama, amplificando la sensación de catástrofe.

Pero en el debate de este martes Obama no sólo tuvo una noche más feliz frente al micrófono, sino que las redes sociales estuvieron de su lado. De los más de 7 millones de tuits enviados durante el debate, muchos fueron implacables con los gazapos de Romney, especialmente cuando sostuvo que, para lograr más igualdad de género en su gabinete de Massachusetts, se había valido de “carpetas completamente llenas de mujeres”.

A los pocos minutos ya existían cuentas de Twitter y Facebook explotando las aristas cómicas e ideológicas de esas carpetas, y a la mañana siguiente la campaña de Obama iba un poco más lejos, comprando anuncios de Twitter para hacer exactamente lo mismo. El debate político serio y las risas virtuales nunca fueron más indistinguibles que en este preciso instante.

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