Por Yenny Cáceres Octubre 9, 2013

Río es un torbellino. 

Río te atrapa y por eso siempre quieres volver. Río es la postal que enamoró a Orson Welles en los años 40 y es la ciudad de las teleseries. Y también es la sede de uno de los festivales de música más grandes del mundo. A Rock in Rio lo llaman el DisneyWorld de los festivales. Y algo de verdad hay en eso. Hoy, cuando estos encuentros están cada vez más globalizados y hasta en Chile tenemos un Lollapalooza, lo que marca la diferencia es la experiencia.

Rock in Rio es un buen negocio, un festival para los auspiciadores, y por algo el empresario Eike Batista compró una parte del festival a su fundador, Roberto Medina. El evento ya ha aterrizado en Portugal y España, y también se podrían sumar nuevas versiones en Las Vegas y Buenos Aires. Y si las negociaciones de la Municipalidad de Santiago se concretan hasta Santiago podría tener su propio Rock in Rio en el 2015. 

Pero de la versión original, se pueden sacar lecciones. En su última cita, en septiembre pasado, eso de mejorar la experiencia tuvo un efecto concreto: la cantidad de espectadores por jornada se redujo de 100 mil a 85 mil personas. Las entradas se agotaron con meses de anticipación y esos privilegiados que consiguieron un ticket y que viajaron hasta el sector de Barra, donde se realiza el evento, se encontraron con una Ciudad del Rock que es un parque de entretenimientos, hasta con rueda de Chicago incluida.  Desde la industria del recuerdo hasta la recolección de basura, todo acá está organizado para que la experiencia sea perfecta y para que ninguno de esos 85 mil moleste al otro.

Río es un mundo propio, porque el portugués y la música brasileña también son un mundo aparte, y en esta edición la estrella local Ivete Sangalo despertó tanta devoción como Beyoncé o Justin Timberlake. Y el diseño del escenario principal, con guiños a Frank Gehry y su Museo Guggenheim de Bilbao, fue lo suficientemente espectacular para conseguir la foto soñada. 

Pero Río también es vértigo, es lanzarse al vacío, es amanecer tomando caipirinhas junto a la playa. Quizá por eso uno de los principales atractivos de este Rock in Rio era un canopy instalado al lado del escenario principal. La fila era interminable, pero pocos dudaban. Porque el premio final era único, algo parecido a volar sobre 85 mil personas, mientras escuchabas a Springsteen de fondo. Inolvidable. Sólo en Río. 

OnDIRECTV transmite este mes lo mejor de Rock in Rio 2013. Viernes 11 de octubre: bloque Pop/Viernes 18: bloque Rock/Viernes 25: bloque Hard Rock. A las 21 h.

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