Por Alejandra Costamagna Diciembre 17, 2014

Sabemos que los hermanos son abandonados por sus padres en el bosque, que las miguitas de pan arrojadas para recordar el camino de vuelta han sido comidas por los pájaros, que los niños llegan a una casa de chocolate habitada por una mujer, una bruja, dispuesta a comérselos con cuchillo y tenedor. Conocemos la historia de Hansel y Gretel, la clásica oscuridad de los hermanos Grimm, y la pensamos tal vez como una pesadilla colectiva. A partir de esas coordenadas, el actor Francisco Celhay (protagonista de la serie Ecos del desierto) crea un montaje que entrelaza el clásico infantil con una estética visual contemporánea. Además de reproducir con  fidelidad el relato central de los hermanos, la propuesta del director apunta a recrear las alucinaciones y los delirios producidos por el hambre en la mente de los niños. Las fronteras entre lo real y lo fantástico, entre el sueño de tintes psicodélicos y el cuento tradicional, son puestas en tensión en este Hansel y Gretel de factura local, que mezcla con dinamismo la actuación en vivo, las proyecciones digitales y los múltiples efectos sonoros. Junto a los cuatro actores que interpretan a los personajes, el director trabajó con creadores de otras disciplinas, como la fotógrafa y artista visual Margarita Dittborn, el poeta y diseñador audiovisual Germán Gana, y el músico Felipe Zegers. El resultado es un montaje fresco y lúdico, que mantiene, sin embargo, el dramatismo original. Una obra que se aleja del discurso didáctico y aleccionador tan habitual en los espectáculos orientados a un público de todas las edades. Para verla con y sin niños.

“Hansel y Gretel”, de Francisco Celhay. En GAM. Hasta el 28 de diciembre.

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