Por Alejandra Costamagna Diciembre 3, 2014

Dos micrófonos de pie, tres sillas, un par de rumas de papeles y un piano al fondo. Por ese escenario semidesnudo circulan los amantes. Él (Néstor Cantillana) y ella (Macarena Teke) se insultan a gritos o en susurros, hacen declaraciones febriles, muestran sus miedos, piden ayuda. Y para eso está el terapeuta-coach (Gonzalo Muñoz Lerner) con su inquietante diagnóstico: se trata de “sujetos normativamente inestables”, infelices a pesar de las apariencias virtuales e incapaces de comprometerse. Pero el hombre, lejos de buscar una solución, sólo ayudará a mantener el estado de las cosas. “Para que no haya crisis económica necesitamos crisis personal”, sentenciará esta suerte de oráculo del siglo XXI. Delirio, la obra del dramaturgo alemán Falk Richter, que por estos días lleva a escena la actriz Heidrun Breier, es una ingeniosa comedia sobre las relaciones de pareja en los tiempos de la hiperconexión y la sociedad de consumo. Colapsa la gente, el amor, el sistema financiero; colapsa la tecnología y también las formas tradicionales de abordar estos temas en escena. Eso parece proponer Richter al presentar un texto fragmentado, que se aleja de las historias lineales, los personajes redondos y la progresión dramática tradicional para involucrar a los espectadores en una experiencia abierta. Y eso es lo que cristaliza Breier en un montaje compuesto por escenas parceladas, viñetas dinámicas e incisivas que se articulan como una suma de links. Cantillana, perturbador a ratos en su parecido con Steve Buscemi, luce inspiradísimo en sus intervenciones: canta, baila, toca el piano, se encapucha, desvaría, nos da lecciones de desamor. Delirio es una obra que podemos ver como si navegáramos en una red ajena y propia al mismo tiempo. Una red que, sin embargo, no es infinita. Hacemos clic y viene el aplauso real.

“Delirio”, de Falk Richter. Dirigida por Heidrun Breier. En Teatro del Puente.  Hasta el 14 de diciembre.

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