Por Alejandra Costamagna, escritora Julio 23, 2014

En este circo no hay carpas ni animales amaestrados ni payasos de narices rojas ni trucos de magia. Cirkopolis, el noveno espectáculo de la compañía canadiense Cirque Éloize, es un trabajo multidisciplinario que incluye trapecio, malabares, ruedas, contorsión, clown, correas aéreas y otras técnicas circenses de gran destreza, todas en cruce con el teatro, la danza, la música y el cine. Con una escenografía de paneles gigantes, donde son proyectadas imágenes de una ciudad gris y mecanizada -que recuerda la estética del expresionismo alemán-, los doce intérpretes de Cirkopolis desarrollan una historia de emancipaciones individuales y colectivas. Bajo la dirección de Jeannot Painchaud y Dave St-Pierre, los cuerpos de los protagonistas pueden ser los engranajes de una máquina o los oficinistas atorados en un mar de burocracia, pero al rato se vuelven pirámides humanas que escapan de la rutina, hombres que sobrevuelan la ciudad a la altura de los rascacielos o mujeres que giran armoniosamente dentro y fuera de una rueda, entre otras variedades del juego circense. Es admirable no sólo el dominio corporal de los artistas, sino también la belleza plástica de los movimientos, la vitalidad de las coreografías, el humor y la capacidad de variar y dar continuidad a las atmósferas de cada cuadro. Chispazos de colores van filtrándose progresivamente en la escena hasta abandonar el blanco y negro inicial y convertir lo que pudo ser una oficina o una fábrica con trabajadores enajenados en una seductora pista de baile. Cirkopolis es una expresión dinámica de cuerpos transformados en fiestas de energía.

“Cirkopolis”. En el Teatro Municipal de las Condes. Del 25 al 27 de julio.

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