Por Alejandra Costamagna escritora y periodista Agosto 28, 2013

En una faltan los padres, en otra faltan los hijos. O más bien: en una hablan los padres y en otra, sus descendientes. Las obras La UP y El año en que nací son dos miradas posibles al golpe de Estado de 1973. La primera, escrita por Marco Antonio de la Parra y dirigida por Francisco Krebs, se sitúa en los años previos al 11 de septiembre y va dando cuenta del fracaso íntimo y social de una generación que vio cómo sus proyectos de vida, sus utopías colectivas se estrellaban con la historia. “Leímos mal a Marx”, dice uno de los protagonistas (Hernán Lacalle), un médico allendista casado con una simpatizante de la Democracia Cristiana (Paola Volpato), padres ambos de un muchacho de izquierda que anda escondido quizás dónde, y al que nunca veremos en escena. La UP (en la foto) muestra el tránsito de la euforia a la angustia en escenas fragmentadas, demoledoras, con sonidos que llenan el espacio (incluido el bombardeo a La Moneda) y múltiples estímulos visuales. Todo parece a punto de estallar o directamente envuelto en llamas. Se rompe el país, se rompe la familia, se rompe el futuro: ésta es la memoria directa de una derrota. Muy distinta es la apuesta de la directora argentina Lola Arias para El año en que nací, montaje colectivo que tendrá sólo una función, el 4 de septiembre, y que se articula a partir de una memoria secundaria: los recuerdos de los recuerdos heredados por los hijos de estos padres-protagonistas de la historia ocurrida hace cuarenta años. Ese pasado que sigue tan vigente hoy, en 2013, y que es reelaborado en escena por once hombres y mujeres nacidos entre 1971 y 1989. Los actores de esta obra -que de paso rompe las fronteras rígidas entre el testimonio y la ficción- no vivieron la Unidad Popular, no tienen recuerdos vivos del golpe. Pero ellos heredaron sus consecuencias y hoy, a la edad que tenían sus padres para el tiempo de la UP, sacan la voz como si dijeran “ahora nos toca a nosotros”. La propuesta de Arias, al revés de la de Krebs, tiende más bien al silencio. Claro que hay sonidos, claro que retumban los ecos de la catástrofe, pero en este escenario semivacío las palabras suenan como el balbuceo de un idioma olvidado. O recién aprendido. Una especie de murmullo acumulado en la garganta por muchos años. Si La UP es el golpe directo, El año en que nací es la cicatriz bajo la ropa. Esa marca antigua y persistente, que a ratos parece recién hecha.

“La UP”: hasta el 8 de septiembre, Teatro Finis Terrae/ “El año en que nací”: única función, 4 de septiembre, Teatro Nescafé de las Artes.

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