Por Macarena Lavín Enero 8, 2015

Entre tantas propuestas electropop que destacaron el año pasado en la escena chilena, lo de El Mal Gusto brilla y se desmarca de eso, como un río a contracorriente provisto de un cauce ruidoso que nace del post-punk británico y otros estilos basados en el rock. El quinteto santiaguino se presenta con una guitarra estridente y a veces sigilosa, un bajo que marca el ritmo y presencia notablemente, una trompeta que enriquece el sonido y la atmósfera, una batería rapidísima y una voz desordenada, furiosa, y con gran personalidad. Todo eso se aprecia en Desayuno, el disco debut que liberó el grupo a comienzos de diciembre y lanzó a fines del mismo mes.

A El Mal Gusto se le sugirió grabar el disco debut en formato en vivo: instrumentos y voz, todo junto, para que pudiera traspasarse la experiencia y el sonido de las tocatas, que son brillosas, fuertes, resonantes, para perder incluso la cabeza por instantes. Sobre todo en canciones como “A Guanaqueros”, que repite frases y líneas melódicas por un poco más de 9 minutos, y en que el baile se convierte en algo inevitable. Algo parecido pasa en “Caribe”, el primer single, donde el bajo es el rey. “28%” deleita también con frases que se quedan en la cabeza por su lenguaje de frente a frente. “Ya no quiero insistir/Si no vas a venir/No voy más a cuestionar/Si no vas a escuchar”. El desayuno está ahí, invocando al estómago y a los oídos. Es cosa de ir, tomarlo y disfrutarlo, que de mal gusto no tiene nada.

“Desayuno”, de El Mal Gusto.

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