Por Marisol García Diciembre 30, 2014

Más que como su segundo disco solista, es mejor recibir la nueva publicación de Gabriel Vigliensoni (Valparaíso, 1971) como la primera muestra de una tetralogía en desarrollo, en la que el tecladista y productor chileno debuta con tareas creativas antes inéditas en él, como el canto y la composición de textos. Las cuatro canciones de Le règne animal desvían notoriamente la ruta que el músico mostró hace diez años en Nata, por no decir nada de su discografía acumulada junto a los grupos Lucybell, Electrodomésticos y Los Mismos. El giro puede explicarse por un encomiable afán de búsqueda, pero también por los cinco años de residencia y estudios de Vigliensoni en Montreal, Canadá, y el esperable nuevo rango de estímulos que ha acumulado a la distancia. Las letras -en francés- son inesperadas: animales, migración, manifiestos sexuales. Y las secuencias y percusiones suenan orgánicas, cercanas, sin los trucos habituales en el pop electrónico. El canto es sorprendentemente cálido y cómodo para un debutante; y las melodías tienen la amabilidad suficiente para pensar en una acogida radial. “No lo vi ni lo veo como una apuesta comercial o de proyección, sino como un contexto de aprendizaje y exploración para lo que puedo hacer con mi voz”, asegura Vigliensoni, creador aplicado que se impuso tres meses para la composición y producción del disco, además de otra serie de condiciones técnicas (mínimos overdubs, cero manipulación de la voz, armado sin edición digital) que aportan a su distinción. Le règne animal corre como una secuencia inteligente, pero sin pedantería ni trampas. Electrónica que habla de tú a tú.

En www.musique.vigliensoni.com.

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