Por Rodrigo Fresán, escritor. Octubre 8, 2014

En 1993, entré en un bar del Greenwich Village de Nueva York y ahí estaba David Gray -a solas con su guitarra, con ese look de marine-amish cantando con esa voz ya inconfundible y sacudiendo su cabeza y casi aullando una maravilla llamada “Shine”- desgranando las canciones de su debut en una edición casi artesanal, A Century Ends, que procedí a comprar y que conservo como un tesoro y prueba de que yo llegué a Gray entre los primeros. “Vamos a donde podamos brillar”, aullaba Gray, y nueve años y dos discos después (Flesh y Sell Sell Sell que busqué y encontré con cierta dificultad), se hacía famoso en todas partes cortesía del magnífico White Ladder y del single “Babylon” y de ese curioso folk-electronic que impuso y patentó con una ayudita de su amigo y percusionista Clune. Después, se sabe, la depresión posparto del mercado y álbumes formidables que los fans con fecha de vencimiento compararon, injustamente, con el greatest hits. La mayoría de ellos, supongo, se pasaron al pop hipersensible de Coldplay & Co. (al que Gray, sin quererlo, le abrió la puerta) y ahora ya disfrutan de George Ezra y mañana nunca se sabe.

Para quienes, como yo, siguen allí, ahora llega Mutineers, opus 10 de Gray y, seguro, entre lo mejor que jamás hizo. La discográfica -cuatro años después del despojado Foundling- lo vende como un “retorno a la buena forma” y “continuación” de White Ladder. Para mí es nada más y nada menos que otro disco de David Gray y con eso alcanza y sobra. Grandes canciones del Rey del Crescendo Epifánico, como la muy lennoniana “Beautiful Agony”, la inequívocamente davidgrayana “Birds of the High Arctic”, la optimista “Back in the World” y, entre todas ellas, esa cumbre que es “The Incredible” donde Gray -inspirado por la literatura del noruego Tarjei Vesaas- advierte que se avecina algo increíble y que esta vez no va a pasar de largo sin precisarnos si es el fin de todas las cosas o un nuevo principio. Mientras tanto y hasta entonces, escuchar Mutineers que -en su edición deluxe-suma el doble CD en vivo y en directo Cascade, donde se revisitan y reinventan clásicos del hombre como “Sail Away”, “Flame Turns Blue”, “My Oh My” y, por supuesto, “Babylon”. Y es que Gray es un legítimo animal live y para muestra busquen en YouTube el video en el que toca la ya mencionada “Birds of the High Arctic” en el Colonial Theatre de Boston, uno de los puntos más altos de Mutineers, trabajo en el que abundan gaviotas y cuervos y aves acostumbradas al frío. Un puñado de las canciones en las que, insiste Gray, “me he alejado un poco de mi típico tema/cuestión del hombre de mediana edad crucificado”.

Pero no, David, no tanto.

“Mutineers”, de David Gray.

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