Por Rodrigo Fresán Agosto 27, 2014

Lo dije una y dos y tres veces y cuatro y cinco y no sé cuántas veces más desde su majestuoso debut hace ya diez años con el perfecto Micah P. Hinson and The Gospel of Progress: recomendaré a perpetuidad toda nueva señal sónica de este cantautor forajido nacido en Memphis, Tennessee -nada es casual- el mismo día de 1981 en que un fan de Jodie Foster intentó matar a Ronald Reagan. Y desde su gran debut divorcista  -a la altura del de Bob Dylan o el Fleetwood Mac o el de John Lennon o, más cerca, Ryan Adams- Hinson no ha decepcionado grabando una y otra vez lo mismo, lo suyo, lo único. Eso que lo hace acercarse tanto a ultraduros como Warren Zevon & Nick Cave & Tom Waits, a la vez que a espíritus sensibles como los de Elliott Smith o Mark Oliver “Eels” Everett. Y siempre con esa voz de juvenil octogenario (desconcierta, luego de haberlo oído como contemporáneo de Cash & Cohen, buscar y encontrar fotos donde luce como una especie de Pee-Wee Herman disfrazado de Elvis Costello para Halloween) que ha vivido y sobrevivido para contarla y cantarla sabiéndose ya dueño de una atendible leyenda. A saber: Micah es eyectado de una familia de cristianos fundamentalistas, se involucra con una destructiva top-model/mantis religiosa de Vogue, se convierte en drugstore cowboy ladrón de farmacias para “financiar” sus adicciones hasta ir a dar a la cárcel luego de “perder mi auto, mi casa, mi dinero, mis instrumentos musicales, mis parientes y alguna otra cosa, hasta que ya no me quedó nada más que perder”. Hinson sale de allí y sale ganando y se convierte en artista de culto y en perfecta música de fondo para filmes indies (mirar lo bien que quedan sus ya standards “Close Your Eyes” y “Don’t You” en Take This Waltz, de Sarah Polley). Lo que no significa que su vida deje de ser “accidentada”: problemas de espalda crónicos y un accidente automovilístico que casi significa la amputación de ambos brazos. Y de esos metales retorcidos surge la belleza -con una ayudita de The Twilight Sad y T. Nicholas Phelps, Hinson puso tan sólo la voz- de Micah P. Hinson and The Nothing, su mejor álbum en mucho tiempo.

Todo empieza con el furioso “How Are You Just a Dream?”, pero enseguida vuelve a la ambición de storyteller à la Bob Dylan circa Desire en “The Life, Living, Death and Dying of a Certain and Peculiar L. J. Nichols”, la sorpresa conservadora/política de “Sons of the USSR”, y esas atmósferas lánguidas pero afiladas en las bellísimas “The One to Save You Now” y “The Quill” y, muy especialmente, la perfecta “I Ain’t Movin’” donde -sobre un fondo de piano vacilante- la voz quebrada pero nunca rota de Hinson advierte  que “Puedes empujarme todo lo que te atrevas a empujarme pero yo no me estoy moviendo / Y puedes complacerme todo lo que necesites pero yo aún no me decido”. Por suerte.

“Micah P. Hinson and The Nothing”, de Micah P. Hinson. En iTunes a 8,99€

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