Por José Manuel Simián Julio 17, 2013

En un mundo perfecto, Alejandro Escovedo sería ampliamente conocido como uno de los mejores cantautores del rock estadounidense. En el mundo real, el tejano de 62 años es un artista de culto, uno de esos músicos que una noche cualquiera comparten el escenario con amigos como Patti Smith o  Bruce Springsteen, pero que a la noche siguiente pueden tocar frente a 30 personas. Y mientras oscila entre esos extremos, sigue grabando discos por los que muchos de esos colegas matarían. Es el caso de Big Station (2012), su tercera colaboración con el productor Tony Visconti (David Bowie), un maduro arco sonoro que va desde el surf rock, el punk (Escovedo fue parte de los pioneros punk The Nuns) y el rock clásico hasta canciones donde todos esos sonidos parecen explotar en un collage abstracto, como “Sally Was a Cop” o “Can’t Make Me Run”. A lo largo del camino, sus letras (coescritas con Chuck Prophet) cruzan agudas observaciones sociales con relatos de tres minutos. Puede que el mundo no esté escuchando, pero la música de Escovedo seguirá girando por mucho tiempo más.

“Big Station”, de Alejandro Escovedo.

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