Por Rodrigo Fresán Octubre 8, 2014

Cosas que solían suceder en los libros de A. M. Homes: un padre se lleva a su hijito de pesca para confesarle que es gay (Jack); una psicoanalista se vuelve loca, segura de que una joven paciente es el bebé que dio en adopción cuando era adolescente (Sólo una madre); un chico hace cosas raras con las Barbies de su hermana (La seguridad de los objetos); un pederasta estilo Hannibal Lecter se cartea desde la cárcel con una adolescente modelo Lolita (El fin de Alice); un matrimonio “perfecto” le prende fuego a su casa porque está aburrido (Música para corazones incendiados); y Nancy Reagan saca de paseo a su Ronald con Alzheimer (Cosas que debes saber). Como verán, o como habrán leído o deberían leer, lo de Homes (al igual que lo de sus contemporáneas y también muy salvajes Lionel Shriver y Mary Gaitskill) no es precisamente parecido a aquello de Jane Austen o Louisa May Alcott.

Pero de pronto -tal vez influenciada por su propia maternidad y por el reencuentro con su madre biológica- Homes publicó en 2006 Este libro te salvará la vida. Y, por supuesto, lo del título no era cierto. Pero allí Homes sorprendió tanto a seguidores y detractores de sus tramas brutales y hardcore y x-rated con una historia satírica, sí, pero dulce y generosa y hasta con aires y perfumes new age en respuesta, explicó su autora, a los horrores del 11 de septiembre del 2001. “Quería escribir algo que levantara el ánimo de la gente”, casi se disculpó entonces Homes.

Pero que no se preocupen los fans y los que la detestan. Porque con la ganadora del Women’s Prize for Fiction Ojalá nos perdonen (Anagrama), A. M. Homes vuelve a reclamar y reconquistar esa corona de clavos y relámpagos que alguna vez llevaron otras reinas del grotesco doméstico como Jane Bowles y Shirley Jackson. Y se disfruta otra vez como si nos invitasen a una reunión en la que, en un rincón oscuro de la sala, John Cheever y Bret Easton Ellis intercambian pastillas. Pasen y vean y abandonad toda esperanza: hay dos hermanos, uno (el mediocre y opaco historiador Harry Silver) envidia mucho al otro (el exitoso videoejecutivo George Silver). Y el envidiado enloquece y atropella a un puñado de inocentes con su automóvil y es recluido. Y el envidioso no demora en seducir a la esposa del envidiado y… Lo que sigue es una sucesión de delirantes catástrofes (asesinato, divorcio, nueva familia, secuestro, sexo virtual, abuso de menores, Bar Mitzvah en una aldea africana, Richard Nixon como escritor de cuentos siniestros, fiesta salvaje en zona residencial donde todos cantan “Blue Velvet”, y todo lo que se les ocurra o jamás se hayan atrevido siquiera a pensar), narradas con esa voz característica de Homes. Ya saben, ya deberían saberlo: el tono y la dicción de un conductor de noticiero de trasnoche al que no se le mueve un músculo pero, de pronto (¿será verdad que lo hizo o lo imaginamos?) nos guiña un ojo y nos saca la lengua.

Y, ah, todo empieza -en un capítulo que es un verdadero tour-de-force- durante ese tan norteamericano y por lo general tan desagradecido Día de Acción de Gracias.

Y no, lo siento, no va a ser posible: nadie será perdonado.

Ustedes tampoco.

Pero seguro que eso ya lo sospechaban, ¿no?

“Ojalá nos perdonen”, de A.M. Homes. A $34.320.

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