Por Gonzalo Maier Octubre 8, 2014

Libros del Laurel publica a dos de los narradores argentinos más interesantes de los últimos años: una recopilación de columnas de Pedro Mairal (El subrayador) y una novela de María Sonia Cristoff (Desubicados).

• EL HOMBRE QUE PASEABA
[ Por Diego Zúñiga]

Hay que leer El subrayador, de Pedro Mairal (1970), en pequeñas dosis, de forma intermitente, pues básicamente es un libro que nos gustaría que nunca se acabara. Funciona así esta recopilación de columnas que Mairal escribió durante cinco años en el diario argentino Perfil: textos breves que condensan imágenes, ideas, palabras captadas muchas veces al ritmo de quien pasea por la ciudad sabiendo que todo puede ser el origen de una columna. Pedro Mairal arriba de un taxi, de una micro, de su auto, en un banco, caminando por Buenos Aires, mientras las historias -los personajes- parecen buscarlo para que luego él las convierta en literatura. Mairal como un cronista que confía en todos sus sentidos, que siempre pareciera estar alerta: un sketch de Capusotto lo lleva a reflexionar sobre el lenguaje, una espera eterna en un McDonald’s se convierte en un relato sobre por qué la literatura es un lugar perfecto donde expulsar la rabia, un CD que tiene todas las canciones del mundo que dicen María le sirve para armar una columna delirante, y así podríamos seguir enumerando. Y está la memoria, por supuesto, que es el material con el que construye algunos de los textos más memorables de El subrayador: pequeños esbozos autobiográficos llenos de lucidez y de un humor que recorre todo el libro. Una voz cercana, viva, realmente entrañable.

A $11.000.

 

• PEQUEÑA SELVA
[Por Gonzalo Maier]

Los zoológicos modernos aparecieron en 1826 para demostrar que la civilización podía más que la barbarie. La idea era ambiciosa y, por lo mismo, un poco ingenua: en un rincón los leones, más allá las cebras, por acá un hipopótamo. El espíritu científico de esos señores con sombreros de copa y bigotes pomposos creía que lo podía todo, incluso domesticar a las bestias para exhibirlas en el centro de la ciudad. Ya ha pasado un buen tiempo de eso y la protagonista de Desubicados, de María Sonia Cristoff, viene como una gacela a preguntarse si hoy los que debieran estar dentro de las jaulas son sus vecinos -unos animales del sexo nocturno-, sus jefes -unos buitres que la hacen viajar de un lado a otro- o incluso ella misma. Y así, en una novela ensayada o en un ensayo novelado, la narradora busca la calma mientras recorre las jaulas del zoológico, como si los monos ya no fuesen los embajadores de la barbarie a los que uno alimenta con maní, sino el antídoto para alejarse de la bestialidad cotidiana. Con un pragmatismo encantador y una prosa salvaje, Cristoff se despacha un libro tan raro y peludo como un cangrejo yeti. Creo que era Paul Léautaud el que decía que sólo vale la pena leer libros únicos, que nadie más pueda escribir, que ésos son los realmente indispensables. Libros indomables como éste, por cierto.

A $9.000.

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