Por Diego Zúñiga Agosto 27, 2014

Hacía falta una nueva edición de El palacio de la risa (Ediciones UDP), una de las novelas más brillantes de Germán Marín, uno de los libros fundamentales a la hora de pensar cómo la literatura chilena se ha hecho cargo de la dictadura y sus efectos.

“Yo no venía del extranjero, sino del pasado”, dice en la primera página el narrador y protagonista de esta historia, que luego de ser exiliado vuelve a Chile y visita Villa Grimaldi. Asistimos, entonces, a un paseo por el que fue uno de los centros de detención y tortura más grandes de Chile, mientras el narrador va cruzando el relato íntimo, que lo vincula al lugar, con la memoria colectiva. Hay una historia de un amor atrofiado, una mujer que se volvió delatora, un relato sobre cómo ese lugar fue antes una casona aristócrata, luego una discoteca y finalmente un centro de tortura. Una historia de qué hacer con la memoria después de que sólo quedan escombros, pequeñas imágenes borrosas de aquello que nos conformó como personas, postales feroces de aquel pasado que el narrador  insiste en escudriñar.

El palacio de la risa es un libro rabioso, escrito con una prosa condensada y llena de ritmo, que no necesita un Premio Nacional ni ningún reconocimiento para estar entre las novelas chilenas más importantes de las últimas décadas. Lo dice, de forma más precisa, Roberto Merino en el prólogo a esta nueva edición: “Probablemente llegará el día en que El palacio de la risa se ubique en el anaquel de los clásicos locales -Martín Rivas, Casa grande-, libros a los que excede en alcance, en procedimientos, en proyección de mundos”.

“El palacio de la risa”. A $9.000.

 

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