Por Rodrigo Fresán Agosto 27, 2014

A ver, a leer, sálvese quien pueda: “Señora, la llamamos de la escuela para informarle que su hijo se ha cargado a varios de sus compañeritos y maestros” (Tenemos que hablar de Kevin); “Es muy posible que esta misma noche finalmente me atreva -o no- a serte infiel” (El mundo después del cumpleaños); “Ya sé que estás muy ilusionado pensando en tu inminente jubilación, querido, pero sucede que tengo cáncer y me pregunto qué vas a hacer y cómo vas a pagar las facturas del tratamiento” (Todo esto para qué)…

Sí: las novelas de Lionel Shriver -algo así como chick-lit, muy pero muy hardcore- rebosan de “escenas que pueden herir la sensibilidad del espectador”, pero aun así nos enganchan y no nos sueltan y no podemos soltarlas y son algo así como esos accidentes a un costado de la carretera que uno no quiere ver, pero no puede dejar de mirar.

Y lo que puede llegar a pasarte en Big Brother (Anagrama) es lo que le pasa a Pandora Halfdanarson: su protagonista de 40 años, dedicada esposa y madrastra y exitosa mujer de negocios creadora de una curiosa línea de muñecas. De pronto, Pandora descubre que su hermano Edison -alguna vez espigado pianista de jazz- se ha convertido en “la criatura que se comió a Edison”. Porque, glup, sin tiempo para digerirlo y en el mismo aeropuerto, Pandora comprueba que Edison ahora pesa casi doscientos kilos y sumando. Y Pandora debe tragarse el que Edison, fracasado y casi inválido, se vaya a vivir con ella y dos adolescentes y un marido controlador y perfeccionista cuasi obsesivo y “nazi nutricional”. Y que en su casa perfecta de Iowa, Edison vacíe la despensa, taponee el WC con una demorada avalancha de materia fecal, aplaste mobiliario de valor y divierta a todo el que se le acerque. Porque -atención- Edison, a su manera, es muy feliz. Es feliz a lo grande y gordo.

Pronto, Pandora tendrá que elegir entre marido que ya no aguanta más o hermano insoportable. Y elige hermano. Y hará lo que sea para ayudarlo a adelgazar. Lo que sea, dije.

Platillos al costado del plato principal: 1) Lionel Shriver (North Carolina, 1958) pertenece al linaje de narradoras muy crueles -pero muy graciosas- del que también salen mujeres como A. M. Homes y Lorrie Moore. Pero Shriver es, seguro, la más cruel de todas. 2) A los 15 años, Shriver decidió cambiarse su nombre original, Margaret Ann, porque sentía que con el masculino Lionel le iría mejor para enfrentarse a un entorno familiar represivo y fanatizado y religioso. 3) Big Brother fue inspirada por la vida y muerte real del intelectualmente superdotado hermano de Shriver, Greg, al que está dedicada la novela y quien murió en el 2009 por problemas cardíacos derivados de su obesidad mórbida. 4) No demorará en llegar, seguro, la adaptación a la pantalla de Big Brother.

Digestión: una -otra- muy satisfactoria novela de Shriver que no deja con hambre, pero sí temblando e imaginando qué se le ocurrirá a esta mujer la próxima vez, para que les pase a sus personajes todo eso que nos puede pasar a nosotros.

Quiero más.   

 “Big Brother”, de Lionel Shriver. A $26.880.

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