Por Marisol García Abril 23, 2014

No es fácil seguirle la pista al blog (o journal) que David Byrne mantiene en línea hace una década. Sus posteos, frecuentes y extensos, están cargados de datos, referencias, pistas que luego no hay tiempo de seguir. Revelan que el multifacético líder de los Talking Heads (también cineasta, también artista plástico, también fotógrafo, también ciclista) se ha tomado siempre la escritura como un ejercicio riguroso, que si hubiese que asociar a un género lo ubicaría cerca de la pedagogía. Con capítulos bien demarcados según el tema y una síntesis inteligente en la redacción, Cómo funciona la música (Literatura Random House) se parece sobre todo a un manual (es, de hecho, el regalo ideal para un músico en ejercicio o en proyecto de serlo). Cuando Byrne habla de grabaciones, promoción o dinero lo hace desde un tono didáctico (“hay un proverbio que a menudo se aplica a los del tipo despilfarrador: el músico que no atiende su negocio no tarda en quedarse sin negocio”, por ejemplo), y si a veces suena paternal en sus advertencias de carga empírica es porque es David Byrne: cualquier cosa menos un fracasado. El libro combina lo práctico y la opinión, el recuerdo anecdótico (sus primeras y paupérrimas tocatas en Nueva York) y sus augurios para la industria. La génesis de este libro fue una interesantísima charla suya para TED sobre cómo los espacios y la arquitectura afectan a la música, y eso también está aquí, pero es menos de un cuarto del total. Acaso a Byrne, el eterno curioso, haya que reconocerle que acaba de inventar un nuevo género en el apartado de libros de música: el de la autobiografía-instructivo.

“Cómo funciona la música”, de David Byrne.  A $20.000 en librerías.

Relacionados