Por Diego Zúñiga Octubre 2, 2013

La novela murió (Tajamar Editores) es un libro sorprendente. Lo digo de forma literal: uno abre las páginas de esta nueva obra de Rubem Fonseca (1925) y lo que encuentra es algo que no sabíamos: que Rubem Fonseca escribía crónicas, columnas, ensayos, y que lo hacía con el mismo talento con el que ha construido sus novelas y cuentos. 

Conocíamos a Fonseca como uno de los referentes del policial latinoamericano, pero La novela murió nos presenta su otro mundo: ése en el que el brasileño es un lector voraz de poesía, que alguna vez se emborrachó con Dylan Thomas a unos metros del Chelsea Hotel, donde ambos se alojaban, como cuenta en una de las mejores crónicas de este libro. También escribe sobre un poema de Federico García Lorca, sobre fútbol, sobre el día que fue al rodaje del último episodio de Mandrake -la serie de HBO basada en un personaje de sus libros-, sobre el fanatismo por las cirugías estéticas, defiende a Michael Jackson y cierra el libro con un relato autobiográfico -que está a la altura de sus mejores cuentos-, uno de los pocos que ha escrito este autor que no da entrevistas, que no tiene apariciones públicas, que a ratos parece no existir, pero que desde hace años es uno de los narradores imprescindibles de esta parte del mundo. 

“La novela murió”, de Rubem Fonseca. A $13.500.

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