Por Daniel Greve, crítico de gastronomía y vinos Diciembre 17, 2014

Pocas veces somos testigos de cartas tan indefinidas. De esas que, siendo breves, intentan hacer el malabarismo estilístico de pasearnos por todas las cocinas del mundo con poco, para entregar todavía menos. La del renovado hotel Bidasoa cae en esa trampa. En apenas 22 platos intenta deambular por recetas o técnicas de la cocina japonesa, china, tailandesa, italiana, española, inglesa, peruana, chilena y argentina, sin hilo conductor alguno. Un mapamundi con poca profundidad, y un popurrí que, por quererlo todo, no entrega nada. Un Tataki de salmón ($8.900) mal sellado, pero de rico y suave sabor da la bienvenida. Su descripción es confusa: “En salsa ponzu, jengibre y cebollín crocante con aromas de sésamo”, cuando el cebollín no llega crocante y el sésamo, que es sólo un puñado de semillas que coronan la preparación, no es precisamente aromático. En las ensaladas, la de Pollo y camarón ($7.900) levanta el orgullo. Abundante, con bastante carga sólida y un mix de hojas interesantes -de mostaza incluidas-, además de palta y nabo. Pero un nuevo porrazo llega con el Ojo de bife ($10.900) con papas provenzales, en que la papa es lo verdaderamente comestible. La carne, fuera de punto, rígida y con poco sabor, no aporta nada más que proteína forzosa. De postre, un helado escarchado y un café bien sacado -con muchísimo esfuerzo, previas instrucciones-.

Todo, bajo un servicio poco informado -pero atento y cordial- y en un ambiente apacible, con una terraza que pide a gritos una propuesta gastronómica que esté a su altura.

Av. Vitacura 4673. F: 27630290.

Relacionados