Por Daniel Greve, crítico de gastronomía y vinos Octubre 8, 2014

Una etiqueta conmemorativa podría ser una relación forzosa. Un invento marketero sin sustancia. Pero para viña Carmen, que supo sacarle provecho a eso de redescubrir la cepa carmenère en sus propios viñedos -o quizás conocerla con otros ojos-, el lanzamiento de IIII Lustros es una constancia de que existe más que un simple capricho conceptual -y comercial- tras la historia de un nuevo vino. La tradicional bodega del Maipo Alto sopla velas -veinte años, cuatro lustros, desde el redescubrimiento- al tiempo que entrega un vino sólido, listo para beber. Como buen carmenère, es bajo en acidez y especiado. Hay fruta roja y, a la vez, hierbas mediterráneas -leves recuerdos de tomillo y romero-. Todo, en un fondo rico, complejo, de fruta madura bien delineada, que empatiza con carnes blancas, rojas magras, pastas y legumbres. Se sabe: los lustros no pasan en vano.

A $9.990 en tiendas especializadas y supermercados.

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