Por Daniel Greve, crítico de gastronomía y vinos Octubre 1, 2014

La cepa cinsault, al igual que la país y la carignan -o cariñena-, es la nueva niña bonita del barrio. Y la viña De Martino es la que más le coquetea. Lo hizo primero, como abriendo camino, con el celebrado Viejas Tinajas, un cinsault puro y deliciosamente rústico, elaborado en recuperadas tinajas de greda. Pero le siguió ésta, la línea Gallardía (que también cuenta con un rico muscat) con dos de la especie: un rosé y un tinto. Ambos del Itata -de su secano interior-, de la zona de Coelemu. Y ambos muy buenos. El rosé se jacta de un precioso color rosa pálido. Un vino que podría engañarnos y hacernos pensar en un blanco, por su delicadeza y perfume, pero, al mismo tiempo, en el rosé que es, por su agilidad y frescor en boca. Hay guindas y frambuesas, limpias y definidas, en un fondo elegante, sutil, de baja acidez y, por lo mismo, con falta de nervio. Pero lo compensa su fineza, su paso suave y prudente, digno de todo aperitivo. El tinto, en un lenguaje similar, es puro carácter. Flores, incienso y frutos rojos en nariz, y más fruta -guindas negras, ciruelas- revoloteando en boca y pidiendo mollejas de compañía. ¿Parejas disparejas? Aquí no existen.

A $6.900 en supermercados Líder y La Vinoteca.

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