Por Álvaro Bisama Mayo 13, 2015

Quizás todas las explicaciones están en su último disco, Vulnicura, pero es en esta exposición en el MoMA, en Nueva York, donde Björk termina de vaciarse, de hablar de sí misma para recomponerse y, quizás, salvarse. Sí, Vulnicura es un disco casi aterrador si se lo lee en clave de confesión (sus materiales son la pena y la confusión de la cantante por el fin de su relación con el artista Matthew Barney), pero es en el museo donde aquello se amplifica hasta parecer devastador; de hecho, a esta muestra dedicada a la cantante se entra por una sala donde dos pantallas gigantes proyectan el video de la canción “Black Lake”. En él, Björk cruza descalza un paisaje de roca volcánica. No sabemos si es de día o de noche, la luz se mueve entre ambos, como si se negase a abandonar los terrenos de una pesadilla. La cámara la enfoca; podemos ver los detalles de su rostro: ya no es una heroína pop extraña sino una mujer de mediana edad que trata de procesar su trauma. “La familia fue siempre nuestra misión sagrada y común/ tú la abandonaste/no te queda nada que dar/ tu corazón está vacío”, dice en la canción mientras se pierde en ese páramo casi extraterrestre que parece romperse una y otra vez.

Luego de eso, el espectador puede pasar a una sala donde se proyecta una retrospectiva de sus clips, para luego subir a un piso superior, donde la muestra se hace cargo de los detalles de su proceso de composición, exhibiendo una serie de objetos que bien pueden construir su personalidad. Ahí caben desde su traje de cisne hasta los robots de “All is full of love”, pasando por pedazos de la escenografía de sus clips hasta las libretas de notas donde están las letras y partituras de sus canciones. La exposición, de este modo, es un retrato de la cantante y su mundo: es la respuesta a la pregunta sobre qué puede quedar de ella luego de que su vida ha sido arrasada. Hay algo conmovedor en aquello, pues la música pop es un modo de confesión y los restos de una biografía mientras se hace pura memoria, volviéndose un juego de espejos donde, desde el fondo de la pena, alguien emerge para tratar de seguir adelante.

“Björk”: hasta el 7 de junio en el MoMA. www.moma.org

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