Por Diego Zúñiga Mayo 28, 2014

De pronto, el Museo Nacional de Bellas Artes volvió a transformarse en un lugar imprescindible. Y no sólo con las nuevas exposiciones que han ido sumándose, sino sobre todo con la opción que tomó Roberto Farriol, su director, de darle un giro a la exposición permanente. Aquí, Farriol puso el trabajo de renovación en manos de tres curadores: Juan Manuel Martínez (El poder de la imagen), Alberto Madrid (Sala de lectura: (Re) presentación del libro) y Patricio Muñoz Zárate (Los cuerpos de la historia). Y fue un acierto. Porque si El poder de la imagen busca una relación nueva entre el comienzo de la historia de Chile y el arte; Sala de lectura… plantea una mirada personal , llena de cruces entre diversos estilos, y que se refleja muy bien en la intervención que hace Juan Pablo Langlois del cuadro “La Lectura” (1874) de Cosme San Martín. Sin embargo, la mirada más arriesgada es la que hay en Los cuerpos de la historia, pues Muñoz Zárate decide abordar la violencia y lo hace con libertad e inteligencia. Porque no se trata de que aquí el Bellas Artes se transforme en un segundo Museo de la Memoria, como planteó hace un tiempo el profesor Pablo Chiuminatto en Artes y Letras, sino que tiene que ver, justamente, con una mirada sobre la violencia que traspasa el vínculo inevitable con la dictadura (época reflejada en las obras de Altamirano, Dittborn, Leppe y Dávila) y nos habla de un horror cotidiano pero invisibilizado, que las fotografías de Jorge Brantmayer y Paz Errázuriz, por ejemplo, logran mostrar perfectamente. En ese cruce está el mérito -y el riesgo- de Muñoz Zárate. Y ahí también está gran parte del acierto  de la renovación de la exposición permanente: el museo ha vuelto a interpelarnos.

“Exposición permanente”: En el segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes.

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