Por Álvaro Bisama, escritor Marzo 5, 2014

Mécanhumanimal, la exposición que el dibujante francés Enki Bilal montó en el Musée des Arts et Métiers de París, es un lujo pero también un pedazo de historia: están ahí, a la vista, las planchas originales de sus principales obras: La mujer trampa, La feria de los inmortales o Partida de caza. Hay que decir que Bilal, que comenzó a fines de la década del 70 en la revista Métal Hurlant, se volvió un artista inevitable en los 80, cuando empezó a mezclar los escombros de la estética de la guerra fría con un futurismo new wave lleno de colores fuertes, manchas de sangre y héroes confusos que se paseaban por una Europa llena de escombros. Ahí, el peso de la memoria y la política inunda todos sus trabajos (los propios y los que firmó con Pierre Christin revisando la retórica comunista en Partida de caza y Las falanges del orden negro) y hace que su belleza descanse en el hecho de que esos trabajos capten la iconografía de una sociedad donde el muro de Berlín definía no sólo la geopolítica, sino la intimidad de los cuartos de los ciudadanos. Mécanhumanimal, que tiene como excusa exhibir las obras en que Bilal interviene fotografías de los inventos y máquinas que son el centro de la exposición permanente del Conservatoire National des Arts et Métiers (al que el museo pertenece), es por lo mismo una posibilidad de contemplar el arte de Bilal, que abandonó paulatinamente la tinta negra y se internó en el uso de colores pastel: un arte que podía detallar tanto el óxido de una maquinaria de guerra derruida como el de una piel enferma de amor y las ciudades y desiertos de un futuro que se parece (no lo sabíamos en su momento) demasiado a nuestro presente.

“Mécanhumanimal”, de Enki Bilal. En el Musée des Arts et Métiers de París.

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