Por Yenny Cáceres Septiembre 11, 2013

Pocas veces uno puede estar en un museo, y así, de repente, toparse con el autor de las pinturas que uno está viendo. Y si eso pasa en el Bellas Artes, la sorpresa es aún mayor. Así lo ha hecho Víctor Mahana (1977) con su exposición Cuando desperté no había nadie, en una serie de conversaciones con el público. Este fin de semana es la última oportunidad de ir a una de ellas, y de toparse con un artista visual interesado en acercar su trabajo a un público más amplio. Porque este licenciado en Arte de la UC -uno de los más jóvenes en presentar una exposición individual en el Bellas Artes- no habla en difícil ni para los críticos ni para sus amigos artistas. Y eso, en un circuito que suele vivir ensimismado, se agradece.

Lo que vemos en la exposición es el resultado de dos años de investigación. Todo partió con un mural que hizo para una pequeña iglesia en Puerto Octay. A partir de ahí, Mahana dejó su referencia a la fotografía y comenzó a crear lo que él llama “pinturas psíquicas”. Son trece obras de gran formato en que se sigue viendo el sello de Mahana. Imágenes misteriosas, coloridas, con espacios vacíos, sin personas, que evocan desde el surrealismo (Magritte) hasta el cine de David Lynch. Pero detrás de ese colorido misterio hay referencias bien concretas: el terremoto de 2010 y el colapso del edificio Alto Río en Concepción, una vista nocturna de un Santiago expandido o un bosque enigmáticamente amurallado, que según enteramos de boca del propio Mahana -descendiente de árabes-, es su reflexión sobre el conflicto en la Franja de Gaza.

“Cuando desperté no había nadie”, de Víctor Mahana. En el Museo de Bellas Artes. Sábado 14, a las 12.30 h, visita guiada con el artista. Hasta el 15 de septiembre.

 

 

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