Por Diego Zúñiga Marzo 28, 2013

 

Son 21 perfiles los que se recopilan en Plano americano (Ediciones UDP), el nuevo libro de Leila Guerriero: la periodista, la cronista, la escritora argentina que no se cansa de preguntar, que no abandona detalle, que escribe como escriben los que creen en el lenguaje, en los adjetivos, en el sonido de cada palabra que elige para narrar la historia de escritores, cineastas, artistas, músicos: Lucrecia Martel, Fabián Casas, Ricardo Piglia, Facundo Cabral, Nicanor Parra, entre otros.   

-¿Sobre quién es más difícil escribir: sobre personajes anónimos o sobre artistas?

-No creo que sea más difícil escribir sobre unos u otros. Sí siento que los artistas, de alguna forma, están esperando que en algún momento preguntes acerca de su obra, y eso a veces puede ponerlos un poco impacientes. Como yo hago muchas preguntas relacionadas con la vida personal, imagino que algunos, al principio, se habrán preguntado: “¿Pero esta tipa no me va a preguntar nunca por mi novela?”. Pero esa ansiedad desaparece enseguida, apenas entienden cómo viene la mano. 

-El único perfil inédito es “Roberto Arlt. La vida breve”.  Si hubieras podido entrevistarlo, ¿qué te hubiera gustado preguntarle? 

-Cosas acerca de la relación con las mujeres, con su hija, con el dinero, con las lecturas. Y también si el periodismo fue para él una parte importante de su obra, o si sólo era el ganapán y lo que le importaba eran las novelas; por qué se quejaba de que la crítica no le prestaba atención cuando era un autor muy celebrado; por qué se empeñó tanto en confundir los rastros acerca de su verdadero nombre y su verdadera fecha de nacimiento. Y le preguntaría hasta dejarlo seco acerca de su vagabundeo por la ciudad buscando historias para su columna: cómo miraba, qué miraba, por qué.  

-Miras el índice de Plano americano: ¿Faltó alguien en este mapa de artistas? 

-Creo que faltan muchas ramas del arte. No hay bailarines, por ejemplo. No hay intérpretes de un instrumento. O directores de orquesta. Y, fundamentalmente, no hay actores.  El de la actuación es un mundo que no me atrae -tanto ego, tanta fragilidad, tanta intensidad, me agotan-, pero todos los demás sí. No sé por qué no los he hecho. Se me ocurre, a priori, que me resultan mundos un poco más ajenos. Yo leo mucho, por ejemplo, pero no me llevan ni bajo amenaza a ver una ópera. Por otra parte, como no pienso nunca en términos de “ah, cómo me hubiera gustado entrevistar a tal”, no puedo contestar la segunda pregunta. Sí me hubiera gustado entrevistar a Idea Vilariño, una de las mujeres perfiladas en el libro, pero ella murió mucho antes de que yo empezara a trabajar en esto. 

 -Vienes bastante seguido a Santiago: dictas talleres, te invitan a charlas. ¿Te gusta algún lugar -o algo- en particular de esta ciudad? 

-Lo que más me gusta de Santiago son mis amigos. Y cierta placita del barrio El Bosque por la que paso cuando salgo a correr, y un calor dulce que hace a veces en las tardes de noviembre, y unas calles curvas del centro en las que hay un café ruinoso, donde me encontré por primera vez con Roberto Merino. Esas cosas.

“Plano americano”, de Leila Guerriero. A $13.000.

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