Por Valeria Bastías Enero 17, 2013

La bailarina, actriz y coreógrafa argentina Leticia Mazur (34) es una de las invitadas al festival Santiago a Mil y trae su más reciente obra, La lengua, un montaje que fue aplaudido por la crítica trasandina durante el 2012. Mazur bailará por segunda vez en Chile -la primera fue cuando participó en Danza a Mil en 2003, con la obra Secreto y Malibú-, interpretando un solo que ha sido calificado como hipnótico y de una gran fuerza poética, y que fue creado tras dos años de investigación.

-¿De dónde nace La lengua?

-Llegó un momento en mi vida en el que quise buscar un lenguaje que me fuese muy propio, más que plantear algún tema del cual hablar. A partir de ese desarrollo del lenguaje fue apareciendo la obra, creada para que ese lenguaje se pudiera desplegar. Fue un trabajo desde lo inconsciente y que luego tomó forma con la colaboración de las codirectoras (Elisa Carrijo, Bárbara Hang), más la música e iluminación que se sumaron en la mitad del proceso y que hoy son fundamentales.

-El título admite múltiples interpretaciones, ¿por qué lo elegiste?

-Durante la creación siempre aparecía la lengua en todo lo que leía o escribía, asociado a la comunicación, el lenguaje. Eso por un lado. También lo elegí porque representa una parte concreta del cuerpo. Un órgano que está en la boca y que sirve para la comunicación y funciones vitales como comer o en la sexualidad. Es un órgano que está dentro y fuera del cuerpo y el trabajo tiene mucho de eso también: de lo interno y externo del lenguaje.

-Eres actriz, pero ¿eres primero bailarina y luego actriz, o al revés?

-Me siento muy las dos cosas. Empecé bailando desde chica, pero hoy me siento también muy actriz y me he formado como tal. Hago cosas de actuación que en su resultado, quien lo ve, podría no darse cuenta de que soy bailarina. Me sirve ser bailarina para lo que hago porque tengo una conciencia y un uso del cuerpo que me aportan actoralmente.

-Has dicho que no te gusta la institucionalidad, ¿por qué?

-Me cuesta un poco y no tiene que ver con ser vaga porque soy muy disciplinada y rigurosa. Me he creado un camino libre con mis propios maestros. Mi formación ha sido un poco deforme en ese sentido. Estuve en varias escuelas de danza, pero nunca terminé. Desde chica tomé muchas clases, pero saltando de una técnica a otra porque me daba miedo que si me quedaba en una sola escuela se me moldeara el cuerpo, el lenguaje. Una institución te estructura.

-¿Y no tendrías tu propia escuela?

-No me parece, no diré que es imposible porque nunca se sabe, pero no creo. Doy clases hace muchísimos años, pero mis propias clases son extrañas, difíciles de entender porque no respondo a una técnica en particular. Lo que yo entrego son las herramientas para que cada uno pueda investigar y crear su propia lengua.

“La lengua”: del 18 al 20 de enero en el GAM.

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