Por Yenny Cáceres Febrero 4, 2015

El género de la biografía, tan oscarizable y a la vez carente de riesgo, llega esta temporada con dos películas sobre el matemático Alan Turing y el físico Stephen Hawking. La estrategia es tan obvia como pueril, al estrujar las mismas tácticas que ocupaba Una mente brillante (Ron Howard): contar la vida de un científico genial, pero con algún “problema”. Si en El código enigma Alan Turing es un desadaptado social, perseguido por su homosexualidad, en La teoría del todo vemos el deterioro de Hawking, producto de una enfermedad neurológica. Ambas también intentan develar cómo funciona una mente brillante, pero en el camino se distancian con desiguales resultados.

La historia de Alan Turing bien valía una película. El matemático inglés que ayudó a descifrar el código Enigma de los nazis durante la II Guerra Mundial, considerado el padre de la computación, fue castrado químicamente por su condición gay y se suicidó a los 41 años. Una historia feroz, que en El código enigma no deja de ser un relato correcto, pero inofensivo -cobarde, incluso-, a la medida del actor Benedict Cumberbatch y con secundarios de cartón (una Keira Knightley incomprensiblemente nominada al Oscar). Qué distinto hubiera sido esto en manos del Stephen Frears de Susurros en tus oídos, que no temió sumergirse en las zonas más oscuras del dramaturgo Joe Orton.

En contraste, La teoría del todo, dirigida por James Marsh -el mismo del documental Man on wire-, es menos lacrimógena de lo que prometía. Más que gastar todo su metraje en mostrar el avance de la enfermedad de Hawking (Eddie Redmayne), la película es la historia de una mujer enamorada. Que no es otra que Jane Hawking (Felicity Jones), la primera esposa del físico, en cuya biografía se basa la película. Una mujer que se casó con Hawking sabiendo de su enfermedad y que, con tres hijos a cuestas, lo cuidó hasta que el físico la dejó por una enfermera. En esos momentos cotidianos, en las sombras de esta vida junto a una mente brillante, más allá de cualquier certeza científica, se esconde algo parecido a la verdad.

 “El código enigma”, de Morten Tyldum/ “La teoría del todo”, de James Marsh.

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