Por Evelyn Erlij Septiembre 16, 2014

En 1974, en la soledad del desierto nortino, tres hermanas de origen colla fueron encontradas pendiendo del cuello desde una roca. Sus  cuerpos inertes formaban un todo inseparable. Perros y ganado muerto, apostados al costado de esta comunión suicida, erigían la escenografía de un ritual arcano y macabro. Juan Radrigán lo reencarnó en Las brutas, obra que inspiró al director Sebastián Sepúlveda para filmar Las niñas Quispe, en la que recrea -con las actrices Catalina Saavedra, Francisca Gavilán y Digna Quispe, sobrina de las hermanas- los días previos a este hallazgo inaudito.

El cineasta retrata la cotidianeidad de este trío de pastoras que, poco a poco, oyen los rumores sobre militares que confiscan ganado, pueblos que desaparecen y gente que emigra. El ritmo aletargado del filme transmite un naturalismo que da aires de documental observacional, pero es ese afán de realismo y distancia el que impide a Sepúlveda penetrar en los personajes: está el miedo a lo masculino, a lo desconocido, a la modernidad; pero faltan la cosmovisión,  las creencias y la mentalidad que impulsan este rito mortuorio. Falta, ante todo, emoción: lo que se siente al ver Las niñas Quispe no es más que el goce visual que se siente al ver un bello cuadro de naturaleza muerta.

“Las niñas Quispe”, de S. Sepúlveda. En cines.

 

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