Por Antonio Díaz Oliva Abril 29, 2014

No deja de ser una apuesta riesgosa: tomar una película -y una buena película, además- y convertirla en serie. Pero si alguien lo conseguía, sería la hermandad Coen. No sólo porque Ethan y Joel tienen un puñado de cintas que sobrevivirán al paso del tiempo (Barton Fink, El Gran Lebowski, ¿Dónde estás, hermano?, Sin lugar para los débiles, y así podríamos seguir), sino porque lograron algo clave: crear un mundo único y original, expandir sus fronteras con cada nuevo film, y hacerse cargo de aquel mundo.

Eso sucede con Fargo, la reciente adaptación a la TV de la película que les consiguió sus primeros Oscar, donde son productores ejecutivos. Al principio, la serie parece acercarse de manera fiel a la historia original, aunque lentamente -por lo menos en el primer episodio- los personajes y líneas argumentales se van ramificando hacia otros terrenos. Como en la cinta de 1996, hay escenas muy violentas; hay asesinatos y disparos y mucha sangre que cae sobre la nieve. Y el humor coeniano; esos personajes que parecen imaginados por Saul Bellow o Isaac Bashevis Singer, y que en esta serie pululan por un pueblo perdido en el remoto y blanco estado de Minnesota.

Por supuesto: se extraña a Frances McDormand y Steve Buscemi, y al siempre perdedor William H. Macy. Pero ahí está Billy Bob Thornton -que ya trabajó con los Coen en El hombre que nunca estuvo, ese filme onírico e hipnotizante- y el resto del casting, sin destacar demasiado, mantiene el espíritu original y a la vez abre nuevas posibilidades para este interesante homenaje hecho televisión.

“Fargo”.

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