Por José Manuel Simián Diciembre 19, 2012

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Si hay una razón para ver Life, la serie que NBC emitió en dos temporadas entre 2007 y 2009, no es precisamente por la calidad de sus guiones. Los casos policiales suelen ser tan absurdos como olvidables, resueltos en un par de patadas y sin que nunca quede demasiado claro cómo se le ocurrió la respuesta al detective Charlie Crews. Tampoco es más interesante el gran arco narrativo de la serie: la investigación de Crews para encontrar a los responsables de enviarlo 12 años a la cárcel por un delito que no cometió. Los sorprendentes agujeros en el guión y detalles poco creíbles (como que Crews tenga recursos ilimitados gracias a la indemnización judicial) hacen que una historia de venganza que pudo ser épica termine convertida en una suerte de parodia del subgénero.

La única razón para ver Life es que Charlie Crews es interpretado por Damian Lewis, el actor británico que por estos días acapara elogios por Homeland. Sólo un actor de su talento es capaz de convertir al excéntrico Crews -recita filosofía zen, vive mascando frutas exóticas, puede seducir mujeres arqueando una ceja- en motor de una serie tan irregular. Lewis es capaz de hacer graciosas líneas que en boca de otros serían ridículas, de generar tensión con una pausa bien puesta y de convertir lo que de otra forma sería miseria en un espectáculo más que aceptable.

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