Por D. Z. Marzo 2, 2018

Puede ser un día importante, uno de esos momentos que quedan registrados por una cámara y que después pasamos mucho tiempo viendo una y otra vez. Va a ocurrir este próximo domingo, quizá cerca de la medianoche, en una nueva entrega de los Premios Oscar, cuando veamos arriba del escenario del Dolby Theatre de Los Ángeles a Sufjan Stevens cantar “Mistery of love”, el tema central de Call me by your name que está nominado a Mejor Canción Original.

Ese momento quedará registrado y seguramente será uno de los más bellos de la premiación, no sólo porque el tema es indudablemente el que merece ganar esa categoría —aunque su mayor competencia es la imbatible “Remember me”, de Coco—, sino porque ver a Sufjan Stevens arriba de un escenario es siempre una experiencia conmovedora. Es hermoso pensar, de hecho, que gracias a esta presentación serán millones de personas las que, tal vez, escuchen por primera vez a Sufjan Stevens y así descubran a uno de los cantantes más sorprendentes de las últimas décadas.

Y no deja de ser hermoso, también, recordar que este domingo, cuando se celebre una nueva versión de los Oscar, se cumplirán 20 años desde aquel día de marzo en que un muchacho desconocido, vestido completamente de blanco, se subió al escenario y comenzó a rasguear las cuerdas de su guitarra y dejó a todo el teatro enmudecido, consternado, escuchándolo, 20 años desde que ese muchacho llamado Elliott Smith tocó “Miss Misery” y esa presentación —que se encuentra en YouTube muy mal grabada, pero qué más da— fue vista por millones de personas que lo descubrieron gracias a esa interpretación.

Esa noche, por supuesto, Elliott Smith perdió —competía ante la insufrible “My Heart Will Go On”, de Céline Dion—, pero su nombre se convirtió en una contraseña que nunca se ha dejado de compartir. Es probable —seamos realistas– que la canción de Sufjan Stevens no gane, pero lo importante va a ser verlo ahí, arriba del escenario, y poder presenciar como su nombre también se convertirá en una contraseña, y después empezarán a circular, quizá, sus canciones, sus discos. Y el mundo se maravillará con ese álbum impresionante que es Illinois (2005) y luego se estremecerá con Carrie & Lowell (2015), y buscarán todas sus canciones, mirarán sus videos y escucharán una y otra vez “Mistery of Love” y también ese tema hermoso que es “Visions of Gideon” —incluido en la banda sonora de Call me by your name—, y entonces el nombre de Sufjan Stevens, esa contraseña, se compartirá hasta volverse un lenguaje común, un imprescindible, que es lo que debió ser desde hace muchos años.

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