Por Yenny Cáceres Marzo 29, 2018

Ready Player One, de Steven Spielberg.

Para los que crecimos en los 80, Spielberg es el hombre que inventó algunas de las imágenes más inolvidables de nuestra infancia. Eso es lo que hace que Ready Player One, su última película, sea una experiencia desmesurada y al mismo tiempo alucinante. Spielberg
—por si algún millennial no lo sabe— es el hombre tras E.T., Los cazadores del arca perdida y Encuentros cercanos del tercer tipo, un puñado de películas que marcaron a toda una generación.

Pero Spielberg quiso ir por más. Desde El color púrpura en adelante comenzó a hacer películas serias, y es posible que las nuevas generaciones, nuestros sobrinos o hijos, hayan visto La lista de Schindler antes que Tiburón. En un ejercicio de desdoblamiento que sólo un genio como Spielberg puede hacer, Ready Player One se filmó casi al mismo tiempo que The Post, su última película seria. Es evidente que Spielberg quiso volver a divertirse con Ready Player One, como ha dicho en alguna entrevista, pero quizá también hay una voluntad de demostrar —tras varias películas fallidas— que sigue siendo el rey Midas del cine de entretención.

Basada en la novela homónima de Ernest Cline, la acción nos sitúa en el año 2045, en un mundo empobrecido y apocalíptico, donde la única vía de escape es un juego de realidad virtual, Oasis, en que cada cual elige su avatar y la vida soñada que jamás podrá conseguir en el mundo real. Nadie ha podido ganar el juego, que fue creado por James Halliday (Mark Rylance), un nerd que evoca a todos esos geniecillos de Silicon Valley que hoy —Cambridge Analytica y redes sociales mediante— parecen controlar el mundo y nuestras mentes, y está plagado de referencias a la década de los 80. Quien gane el juego tendrá el destino del planeta en sus manos, por eso Wade (Tye Sheridan), un adolescente torpe y huérfano sin nada que perder, o sea, un típico héroe de Spielberg, se empeña en lograr lo imposible.

La película es un tributo a la década de los 80 y a todo el cine de entretención que el mismo Spielberg ayudó a consolidar desde Tiburón en adelante. Las referencias a la cultura popular son muchas y, por momentos, agotadoras, aunque también hay momentos para atesorar, como un largo homenaje-guiño a El resplandor de Kubrick. Así, Ready Player One es una máquina de entretención, es cine B y de matiné, un terreno donde Spielberg se muestra imbatible. Porque detrás de toda la parafernalia, de los efectos especiales y de ese largo videojuego que es Ready Player One, Spielberg sigue siendo ese hombre que nos hizo llorar con E.T., un director capaz de crear personajes queribles, capaz de conectar con nuestros sueños y emociones más íntimas.

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