Por Diego Zúñiga Marzo 2, 2018

La utilidad del deseo, de Juan Villoro. A $ 28.300.

Juan Villoro, se supone, es un escritor mexicano, nacido en 1956 en Ciudad de México, que ha publicado, a esta altura, más de 20 libros entre novelas, cuentos, obras de teatro, crónicas y ensayos. Juan Villoro es, entonces, se supone, escritor, periodista, novelista, dramaturgo, ensayista, profesor, conferencista, fanático del fútbol y de la música y del cine y de las series. Juan Villoro es un hombre imposible de etiquetar, con una curiosidad desbordada, un lector extraordinario, un escritor que ha indagado en todos los géneros posibles y que casi siempre ha conseguido volver de esos viajes con algo valioso entre sus manos. Hay quienes prefieren su ficción —premiada y traducida a muchos idiomas—, otros —sin dudarlo— lo catalogan como un cronista imprescindible y una parte importante de lectores busca sus ensayos literarios, pues saben que encontrarán en ellos una erudición amable y una escritura de una elegancia ejemplar. Villoro lee como muy pocos lo saben hacer y eso se confirma en los más de 15 ensayos y conferencias que encontramos en La utilidad del deseo (Anagrama).

“En un oficio —el del ensayista— que depende del deseo, la principal acreditación es el entusiasmo, el imperativo de compartir pasiones”, dice Villoro en un momento y luego, al explicar qué es lo que encontraremos en sus ensayos, agrega: “Son la interpretación personal (vale decir, la ‘traducción’) de un asombro”.

Entusiasmo, compartir, asombro: esas tres palabras recorren la escritura del mexicano, el punto en el que detiene su mirada, los autores sobre los cuales decide escribir, la imagen que elige para comenzar: él, Villoro, sentado frente a su escritorio, nos cuenta lo que significa escribir. Y para eso recurre a otros —citas, anécdotas, recuerdos— que le permiten rodear esa imagen inexplicable que es siempre un hombre frente a una página en blanco.

Sus ensayos sobre Karl Kraus, Carlos Monsiváis y Jorge Ibargüengoitia son ejemplares; su recorrido por la correspondencia de Onetti, Cortázar y Puig le permite recoger los saldos de una época que parece muy lejana; nos comparte su experiencia como traductor; se despacha un perfil extraordinario sobre el desconocido Rodolfo Usigli, el precursor del teatro mexicano moderno, y describe un paseo alucinante por la literatura rusa: la curiosidad de Villoro le permite moverse por distintas tradiciones como quien estuviera recorriendo siempre un lugar entrañable, el barrio donde crecimos, las casas de los amigos, los lugares donde fuimos felices.

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