Por Evelyn Erlij Febrero 23, 2018

Ephorize, de CupcakKe.

Escribir este texto sin eufemismos es difícil, pero acá vamos: para cantar sobre sexo sin hacer el ridículo hay que ser un genio de la metáfora o un kamikaze de la vergüenza. Un poco como en el arte: o se es sugerente y picarón como Fragonard o Boucher —los libertinos del rococó francés que pintaban imprudencias adornadas con perritos, columpios y mucho color pastel— o, de frentón, se va al grano y se traza una entrepierna en todo su esplendor a lo Courbet o a lo Schiele. Cuando algo supuestamente erótico genera espasmos de risa en vez de espasmos de otro tipo es porque algo salió mal, y la música atesora tantos ejemplos, como cuando un sutil Michael Bolton le pregunta a una mujer si la puede tocar “ahí” en esa oda titulada “Can I touch you... there?”, o cuando un encuerado Paul Stanley, de Kiss, le propone a una amante que juntos le pongan la “x” a “sexo”.

Varios hombres han dado clases magistrales sobre cómo musicalizar los bajos instintos sin edulcorantes —Prince, Marvin Gaye, Rick James y un sinfín de raperos—, pero las letras subidas de tono son más escasas en bocas femeninas, más si se trata de decir las cosas por su nombre. Aunque los tiempos han cambiado, pues hoy el asunto de la igualdad de género también se juega en el lenguaje, como lo prueba Elizabeth Eden Harris (1997), alias CupcakKe, una de las raperas nuevas “más fascinantes”, según la revista Pitchfork; una MC de Chicago que con poco presupuesto y mucha personalidad ha logrado instalar su segundo disco, Ephorize —bomba de rimas porno, rap callejero y pop—, entre lo más interesante que ha aparecido en lo que va del año.

La risa, las groserías y el sexo han sido históricamente patrimonio de las voces masculinas, y si alguien cree que eso es parte del pasado, que ya en los 80 y 90 Salt-N-Pepa, Madonna o PJ Harvey rompieron tabúes sobre el deseo femenino, lo de CupcakKe está totalmente en otro nivel: si hubiera que citar aquí sus letras, estas líneas serían un festival de asteriscos, palabras tarjadas y otros efectos de la censura. Ephorize es pornofeminismo duro, es la contraparte musical de autoras como Catherine Millet o Virginie Despentes; algo así como la banda sonora de los libros del filósofo feminista Paul B. Preciado. Aunque Lil’ Kim, Khia y otras raperas antes que ella habían hecho rimas casi tan hardcore como las suyas, su música calza perfecto con estos días en que las mujeres, al fin, rasgan con furia sus mordazas.

En canciones como “Duck Duck Goose” o “Deepthroat” —cuyo video es un viral con 23 millones de vistas—, CupcakKe reivindica la igualdad sexual y el derecho femenino a rapear sobre sexo explícito, pero su mensaje sobrepasa las ganas de provocar con sus letras directas o su ropa ligera. En “Self Interview”, por ejemplo, cuestiona cómo una chica gorda como ella logra más comentarios que un desastre natural o cómo se sigue condenando a una mujer que va a la cama en la primera noche. Ephorize es un disco furioso e iconoclasta, una liberación personal, pero ante todo —y a la luz de estos tiempos— una catarsis colectiva.

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