Por Yenny Cáceres Octubre 20, 2017

En Cinemark de Santiago, Viña del Mar, Rancagua y Concepción.

En 1992, cuando estaba en primer año de universidad, se estrenó en los cines Palomita blanca. Era una película que se había filmado en 1973, en los agitados meses previos al golpe militar. Su director, Raúl Ruiz, partió al exilio en Francia, pero alcanzó a dejarla lista. Los militares prohibieron su estreno y la película quedó guardada. Todos creyeron que la habían destruido, hasta que reapareció por milagro casi 20 años después.

Recuerdo haber hecho una fila larga para verla en el cine Huérfanos, uno que ya no existe. Fue la primera vez que escuché hablar en chileno en una película, es decir, con esa forma confusa y llena de eufemismos que hablamos. La sala estaba repleta de jóvenes, como los que protagonizan la película, una historia de amor entre una niña pobre y un chico rico en 1970, el mismo año de la elección de Salvador Allende como presidente.

Fue la primera vez que vi imágenes de ese país perdido, que no se parecía en nada a ese país oscuro que durante tanto tiempo nos habían machacado en nuestras cabezas, un país que fue borrado de la historia oficial. Era un lugar alegre, optimista, ingenuo incluso, también dividido, pero donde todo parecía un juego.

Palomita blanca es el eslabón perdido del cine chileno. Pero también es el eslabón entre el Chile de la UP y este país que volvía a la democracia. Quizá eso explica su éxito: llevó más de 100 mil espectadores a las salas, una cifra soñada para cualquier película chilena hoy en día. Palomita blanca regresa ahora remasterizada digitalmente y —en una coincidencia que seguro habría fascinado a Ruiz— llega a salas una semana después del estreno, en el Festival de Cine de Valdivia, de La telenovela errante; otra película que estuvo perdida, que fue rescatada este año y que Ruiz filmó en 1990.

La telenovela errante fue la primera película que Ruiz filmó en Chile después de Palomita blanca, y es sorprendente ver cómo están poderosamente conectadas. El Chile con el que se encuentra Ruiz le resulta extraño y ajeno, es un país de retornados, pero también es un país de teleseries. En La telenovela errante no hay una sola historia, hay varias teleseries que dialogan unas con otras y que son protagonizadas por algunos de los actores más conocidos del género en ese momento, como Maricarmen Arrigorriaga, Luis Alarcón y Patricia Rivadeneira.

Chile es una teleserie, parece sugerir Ruiz, que escribió teleseries en los años 60 en México junto a Valentín Pimstein, el productor chileno que ayudó a construir el imperio de Televisa, y que siempre volvió a este género como una manera de explorar la identidad nacional, los estereotipos y una de sus mayores obsesiones, el lenguaje. En Palomita blanca, la historia de María y Juan Carlos, un amor imposible, corre en paralelo a una teleserie que las empleadas de la casa de Juan Carlos y los vecinos de María ven con devoción. En las teleseries, en este género bastardo, despreciado por los intelectuales, venerado por el mundo popular, Ruiz busca las respuestas de un país a punto de estallar.

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