Por Marisol García Septiembre 1, 2017

Musas, de Natalia Lafourcade.

A primera escucha, la cita a Violeta Parra que Natalia Lafourcade incluye en su nuevo disco califica de un tributo personal hecho y derecho. En el colorido Musas, la versión de la mexicana para “Qué he sacado con quererte” se ubica a tono con un trabajo atento a la tradición del canto latinoamericano en general (el dúo Los Macorinos, acompañantes de Chavela Vargas, es parte de su banda de apoyo, y el repertorio tiene varias composiciones de antigua data), y al desgarro amoroso en particular. No hubo en la cantautoría chilena de los años sesenta canción de despecho más inquietante que ésa incluida en el disco Recordando a Chile (1965), y que más tarde conmovió lo suficiente a gente como Pedro Aznar, Mercedes Sosa, Raphael y Mike Patton (¡!) para comprometerse con ella en vivo o en estudio. Sin embargo, el turno de Natalia Lafourcade aporta una inquietud nueva, inesperada. Se adivina ya en el video que filmó para el tema, y en el que los esperables gestos de abandono adquieren también el pulso de la angustia. No es sólo una mujer en soledad la que canta “¿qué he sacado con el lirio, ayayay, / que plantamos en el patio, ayayay?”; es, sobre todo, la constatación de un proyecto abortado. Ese proyecto es el de la convivencia en México, y el dolor es “la frustración que sientes por algo que se desintegra”, en palabras de la cantante sobre la convivencia violentada hoy en su país. Bombearle sangre fresca a la tradición es hazaña compleja, reservada a intérpretes mayores. Natalia Lafourcade aún califica de cantautora pop, y se la nota cómoda cuando afirma su canto en los códigos de empatía y encanto que enseña el género. Pero su música envuelve capas cada vez más gruesas, algunas abrigadoras, algunas ásperas. Ay.

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