Por Marisol García Julio 28, 2017

3001 Proyecto Piazzolla, de Elena Roger y Escalandrum.

A propósito del espectáculo que un sexteto con el nieto de Astor Piazzolla en batería presentará en unos días más en Santiago, cabe no tanto formular los habituales vínculos de referencia y homenaje que puede haber entre músicos emparentados por sangre, sino, precisamente, atender a las licencias que en torno al alguna vez llamado “asesino del tango” pueden y deben seguirse tomando.

3001 Proyecto Piazzolla es el disco que el conjunto Escalandrum y la extraordinaria cantante Elena Roger (alguna vez Evita, en Broadway) presentarán este domingo en Providencia, y en su traducción de parte del repertorio clásico del bandoneonista marplatense hay un cruce a instrumentos, quiebres y matices que avivan con inesperada frescura una música ya inscrita en la categoría patrimonial. No es la transformación tecno que con el mismo Piazzolla levantaron antes, por ejemplo, los grupos Bajofondo Tango Club y Ultratango, que, aunque interesante, en sí no suponía atrevimiento mayor,  habiendo el propio compositor trabajado con un octeto al que llamó El Conjunto Electrónico. Cómo olvidar, por lo demás, el “Libertango” de Grace Jones en 1981. Es posible pensar en el legado del gran bandoneonista como una invitación abierta precisamente a esos cruces, sostenidos en “un groove, de repeticiones de estructuras largas, a veces minimalistas. Y esa particularidad tiene que ver directamente con el hip-hop”, en palabras del uruguayo Luciano Supervielle. Escalandrum preserva una finura de sonidos acústicos y una viveza en los ritmos que consigue a la vez fidelidad a la matriz y personalidad propia. La mejor biografía que hemos leído sobre el músico es la de Diego Fischerman y Abel Gilbert (Edhasa, 2000) y en ella el título contiene el lugar desde el cual partir para apreciarlo mejor: Piazzolla, el mal entendido.

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