Ahí está en YouTube Jorge Drexler buscando interesar a la audiencia multilingüe de una charla TED sobre la tradición de la décima hispanoamericana. Desde el escenario, y para probar la fuerza seductora de su métrica, les pide a quienes portan audífonos de traducción simultánea que se los quiten: “Por un rato olvídense del significado de las palabras y de la estructura. Así pueden estar atentos a la coreografía del sonido”. Sobre los lazos entre poesía y canción, el uruguayo viene ejerciendo hace unos años de improbable y gentil instructor en ponencias públicas, en entrevistas, en Twitter y en cada vez más frecuentes sesiones de Facebook Live. Inventa allí conceptos cuidados, como ese sobre el baile que va de un verso octosílabo a otro (otro de sus neologismos ingeniosos fue asociar su propio cancionero a un templadismo rioplatense). El cantautor, que publicó hace veinticinco años su primer disco (justo cuando se titulaba como médico en Montevideo), muestra así un cauce creativo más amplio que el que podría bastarle con la promoción de sus singles. Su nueva canción, “Telefonía”

—”pensando estaba que te me escabullías /cuando vi tu nombre en la llamada entrante”—, adelanta un disco de septiembre próximo (Mon Laferte entre los invitados) y suena desde esta semana cuando aún late su valioso experimento “Décimas para el Guernica”. Ese canto de cuatro minutos al más conocido de los óleos sobre un bombardeo, lo cantó Drexler directamente frente al cuadro instalado en el Museo Reina Sofía. Es suya la música y ajenos los versos, enviados por sus fans luego de una convocatoria que él mismo lanzó en las redes. Llegaron 1.600 ideas, y se quedó con cuatro; entre ellas, la frase clave: “No hay rojo más intenso que los grises del Guernica”. Drexler hoy no sólo explora nuevas formas de interacción con su audiencia, sino que obtiene asombrosos réditos con ello. Alienta una poesía de circulación colectiva, y que poco a poco parece irlo permeando a él como autor.