Por Carlos Reyes Julio 21, 2017

Eusebio Lillo 200, esquina Pasaje Quillota, Plan de Valparaíso.

La Joya está frente al abandonado ascensor Lecheros, como queriendo decir “sígueme”. Ojalá sea así, porque de a poco, más lento de lo que uno quisiera, se están recuperando los funiculares porteños y ese lugar, un enorme hostel, sandwichería y bar, levantado por una familia de panaderos porteños, puede ser un aliciente para acelerarlo todo. La gracia de ese lugar radica un poco en eso, en el creer que es posible dejar de lado una imagen de barrio bravo y volver a los viejos buenos tiempos. Así como se ve y se saborea, es posible.

Se toca un timbre y llegando al segundo piso aparece un salón con una barra de aire pin up, con un mesón grande en el centro donde giran otras tantas ubicaciones. Eso sin contar el tercer piso, pronto a consolidarse como bar mirando al cerro. Aparte de una buena provisión de tragos propios —se echan de menos más cervezas—, el fuerte está en los sándwiches. Son una docena que valen lo mismo ($5.900), con un par de vegetarianos liderados, por el Sharp (al parecer están al tanto de los gustos del alcalde): una hamburguesa de porotos con hummus y queso de cabra, junto con otras tantas versiones de pollo, carne mechada y chancho.

Hay versiones con pan batido (marraqueta o francés) y una versión de la casa especial para sándwiches, redondo y de cobertura más dura de lo habitual, que cruje y sostiene con honor el relleno, en este caso, de la Baronesa ($5.900). Es una hamburguesa que llega apretada, pero sin ser un bloque, con un aliño justo y, como estaba a punto, bien jugosa. Luego está la lechuga, que aporta el crac vegetal; un tomate que, como no es de temporada, no entrega mucho, queso mantecoso, cebolla caramelizada y un pepinillo de la casa con un punto de picor franco, a la antigua; un detalle, digamos, de choro porteño. Las papas, de corte grueso y de dorado atractivo, aportan al sentido del espectáculo que requiere un plato vistoso, de look desenfadado. Uno que hace juego con un espacio que es puro y delicioso aporte al barrio, pero también a la ciudad completa.

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