Por Carlos Reyes Julio 7, 2017

Exposición 312, Santiago Centro. Tel. 226891395.

La China apegada al ideario de Cantón, Zhejiang o Shanghái crece robusta pero silente dentro de la culinaria santiaguina, sobre todo tras la consolidación progresiva del barrio chino pegado a la Estación Central. Allí funciona Jiayouyuan —y en dos locales: uno en Exposición y el otro en Bascuñán Guerrero—, confirmando que existe espacio para esos lugares que dejan de lado el chapsui y la carne mongoliana —un rato nada más, el pragmatismo manda en el negocio—, y también que, si se quiere comer lo más cercano posible a Oriente, más vale ir a contramano de la oficialidad gastronómica. Es que mucho del atractivo de ese y otros sitios se vuelca hacia la colonia residente y, a veces, las cartas están en chino y sólo las fotos ayudan. También sus mejores referentes no están en los barrios donde figuran los restaurantes (y los comensales) del momento. Y sí, también está el recelo criollo por el misterio que provoca su extensa y bien aprovechada despensa, plagada de mitos urbanos.

No importa, no les importa, el resto se lo pierde. Cosas como las langostas vivas exhibidas en vitrina, para luego ser puestas a la mesa una vez cocinadas. Lo mismo con los pescados, enteros y lo más frescos posible, hechos al vapor, fritos o en salsas agridulces; o unos generosos camarones perfumados al ajo con esmero. Ejemplos del lujo que puede esperar al visitante, y que suelen apreciar las familias chinas que acostumbran ocupar los pisos superiores de este lugar de tres niveles, iluminado a concho y de blanco impecable. Hay opciones para todos los gustos y precios, como las Patitas de chancho cinco sabores  ($ 3.500), frías y blandas, con el colágeno diciendo presente e intensamente sazonadas; sus grandes porciones de arroz, rarezas para el chileno como las medusas ($ 6.000) rehidratadas y sazonadas con aceite de sésamo; pescados ahumados, aparte de una respetable lista de tofu, sopas picantes, pescados escabechados, entre muchas otras opciones… platos que, traspasando la barrera cultural, casi siempre ofrecen un encanto delicioso.

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