Por Diego Zúñiga Junio 2, 2017

The Keepers. En Netflix.

Empieza con el asesinato de una monja, en noviembre de 1969, en una ciudad católica y tranquila como Baltimore, y termina siendo, en realidad, el inicio de una historia de terror.

The Keepers —la nueva serie documental de Netflix— comienza así: con un asesinato sin resolver —el de la hermana Catherine Cesnik (1942 – 1969)— que dos ex alumnas del instituto Archbishop Keough High School, más de cuarenta años después, deciden investigar. Eso encontramos en el primer capítulo, la reconstrucción completa del último día de la hermana Cathy antes de desaparecer por un par de meses hasta que encuentran su cuerpo en un descampado, un terreno lleno de nieve donde no hay huellas ni memoria posible que ayude a resolver el caso.

Pareciera, entonces, que The Keepers es una serie policial más, sin embargo en el segundo capítulo el relato da un giro inesperado, y esta suerte de policial en realidad se convierte en una historia de terror: muchos años después del asesinato, a inicios de los 90, aparecerá una testigo —bajo el nombre de “estudiante anónima”, quien fue alumna de la hermana Cathy en el instituto Keough— que dará algunas pistas de quién puede ser el culpable. Y esa mujer anónima, que logró reabrir el caso en los 90, habla por primera vez a cara descubierta en la serie, y lo que cuenta entonces será el horror. Porque es ahí donde aparece en escena Joseph Maskell, el capellán del instituto Keough, uno de los personajes más siniestros que han aparecido en televisión en el último tiempo. Un hombre que abusó sistemáticamente de las alumnas de ese colegio, violándolas y torturándolas psicológicamente, en un mecanismo que distintas víctimas irán relatando frente a la cámara que maneja de manera sobria Ryan White, captando los detalles de esos rostros, de aquellas mujeres que a través de sus palabras le van dando forma a lo monstruoso. Porque recuerdan —con detalles realmente perturbadores— qué ocurría cuando el capellán Maskell llamaba por altoparlante a alguna de las alumnas del instituto Keough y le ordenaba ir a su oficina. Qué ocurría ahí adentro cuando ellas cerraban la puerta, y a veces no sólo eran ultrajadas por él, sino también por otros hombres, otros sacerdotes y también, según relatan las víctimas, por policías que actuaban en complicidad con Maskell.

Lo dicen en más de una escena: esta historia es, en realidad, un relato sobre el encubrimiento, sobre cómo la policía de Baltimore —una ciudad profundamente católica— junto a la Iglesia decidieron guardar silencio sobre estos abusos, y también decidieron no saber más del asesinato de la hermana Cathy, pues poco antes de morir ella se enteró de lo que ocurría en la oficina de Maskell y estaba decidida a denunciarlo.

The Keepers indaga en los testigos y los sobrevivientes de esta historia infame, en una investigación que debe lidiar con que muchos de sus protagonistas están muertos, y con una Iglesia que no quiere recordar. La forma en que está filmada la serie recuerda, en parte, a Making a Murderer, lo que habla de un lenguaje televisivo que ya se ha vuelto una fórmula. Sin embargo, la tensión se logra mantener durante los siete capítulos, y así llegamos al final: con una sensación de desasosiego inevitable, pero también con mucha, muchísima rabia.

Relacionados