Por Carlos Reyes Junio 23, 2017

Elías Foncea 15, San Esteban de Los Andes. Tel. 34-2488119.

Por prestancia e ideología culinaria, la casona aconcagüina donde funciona La Bodeguita de Muñoz, roja e impecable, tiene un aire más de museo histórico que de restaurante. Abría sólo los fines de semana hasta poco antes del verano, y no se trata de una iniciativa espontánea devenida en comedor, como muchos otros sitios de estilo criollo, sino de un plan afinado durante años por sus propietarios —él, técnico agrícola, y ella profesora normalista— para mostrar con clase su cocina provincial.

Se trata, en el fondo, de una curaduría al plato, que como tal está pensada para disfrutar —posee calidad culinaria a todo evento— y al mismo tiempo evocar el pasado-presente campesino. Junto a un par de cómodos salones, su patio de tierra invita a pasar la tarde con tranquilidad, de manera reposada, como lo hacen sus vinos y chichas, criados a la antigua, ahí mismo y en tinajas, recogiendo la tradición viñatera del dueño de casa. Su cosecha surte de un producto goloso, único ($ 4.800 la botella), que se lleva muy bien con las Empanadas de pino ($ 2.300), de cobertura dorada, grosor justo y con un relleno apretado de pollo y carne picada. También hace juego con un plato patrimonial de Aconcagua: la Picada de charqui ($ 2.900), carne seca amansada por una marinada donde el limón es protagonista, con hilitos de cebolla blanca bien amortiguada y un puñado de aceitunas carnosas haciendo de contrapunto salado y amargo.

Hay carnes de chancho —arrollados—, cortes de vacuno y unas hamburguesas coladas entre la tradición y pensadas para niños (¿Y si comiendo criollo aprendieran más?), aunque no alcanzan a empañar el concepto. Es que hay otros tantos platos que representan el orgullo de ese territorio y se llevan los aplausos; cosas como la Cazuela nogada ($ 4.800), caldo de gallina mezclado con una fina pasta de nueces tostadas, que aporta sutilezas notables a una carne suave —es de pollo— que al terminarse nos da un mensaje en clave: la cocina chilena centrina y rural, bien tratada, goza de atributos que merecen la pena un viaje. O varios.

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